Por Claudio Fantini (Periodista, politólogo y docente de la UES 21). Para algunos, Hugo Chávez es un tirano; para otros, un líder que hace revoluciones sin apartarse de la democracia. ¿Son descripciones justas? No.
Chávez no es un tirano…
… porque la tiranía es un poder dictatorial sin respaldo o con respaldo minoritario, sólo sostenido por el uso brutal de la fuerza represiva. El chavismo es mayoritario, por ende no necesita sostenerse por la represión. Tampoco es una dictadura, ya que no ha dejado de lado las urnas como vía para llegar y conservar el poder, y también para aprobar mediante referendos los cambios institucionales y económicos más profundos.
Pero que Chávez no sea un tirano, ni siquiera un dictador, no implica que su modelo político no sea autoritario.
El chavismo es autoritario porque constituye un régimen “mayoritarista”. Por eso mismo no es cabalmente democrático, al menos en términos de la democracia pluralista, que corresponde al Estado de derecho y la sociedad abierta.
Siguiendo la clasificación aristotélica de regímenes puros e impuros, la democracia es el sistema en el que gobierna la mayoría, pero respetando e integrando a las minorías en los mecanismos de toma de decisiones; mientras que el “mayoritarismo” es el sistema en el que gobierna la mayoría, pero marginando a las minorías y excluyéndolas de los mecanismos de toma de decisiones.
Normalmente, el autoritarismo «mayoritarista» es la consecuencia natural de las sociedades profundamente desigualitarias, en las que las mayorías populares están en la pobreza y al margen de los resortes del poder, en manos de minorías obscenamente ricas, políticamente obtusas y económicamente inútiles.
En esa marisma social fermentó el «mayoritarismo» autoritario que gobierna Venezuela. La sociedad estaba fracturada en dos partes enfrentadas, lo que hizo Chávez es anclar su poder en la parte pobre y mayoritaria.
Ésa es la diferencia fundamental con el kirchnerismo. Chávez no dividió la sociedad venezolana. Se limitó a mantener esa fractura y a inocular odio político para construir sobre esa grieta su formidable poder. Pero en la Argentina no había una oligarquía diminuta y económicamente inútil. Igual que en Brasil, Chile y Uruguay, hay empresarios que aportan vitalidad a la economía. Por eso aquí, a pesar del hundimiento con que comenzó la década anterior, la sociedad no estaba dividida como muchas sociedades caribeñas y sudamericanas. Fue el liderazgo kirchnerista el que trabajó denodadamente, durante varios años, para producir la fractura que hoy divide a los argentinos en dos bandos que se desprecian mutuamente. ¿El objetivo? Forzar la realidad hasta poder edificar un régimen «mayoritarista».
No actuaron de ese modo el PT brasileño, el Frente Amplio uruguayo ni la centro-izquierda chilena. Por eso sus líderes podrán llevarse bien con Chávez, incluso apoyarlo, por entender que es producto de la realidad social que siempre caracterizó a Venezuela. Pero eso no implica hacer chavismo en sus respectivos países, como se intenta en la Argentina.