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Por Claudio Fantini (Periodista, politólogo y docente de la UES 21). Rincón de Latinoamérica al que va Lula, lo toman como un oráculo cuyos pronunciamientos vaticinan y señalan el camino a seguir. Pero también buscan que sus palabras bendigan…
… la posición propia y denuncien el error del adversario. Todos quieren usar a Lula en favor propio y en contra de los otros. Volvió a verse en la Argentina, tras su paso por el Coloquio de IDEA. Y una vez más, quedó a la vista que hay Lula para todos los gustos.
Por eso cuando el ex presidente brasileño se fue, los diarios argentinos volvieron a mostrar, por un lado, la manía de buscar en Lula un aval a la posición propia y un cachetazo a la ajena; y por otro, la característica del lúcido líder del PT: sus conferencias tienen frases y afirmaciones funcionales a cada una de las posiciones que se enfrentan en el escenario político argentino.
Tanto el periodismo crítico como el ultraoficialista, encontraron en el discurso de Lula una frase que le vino como anillo al dedo. Tras declarar amistad eterna con el kirchnerismo, el ex jefe del Planalto abrazó a los máximos exponentes del sindicalismo antikirchnerista y también a dirigentes políticos abiertamente enfrentados al gobierno de Cristina.
¿Significa esto que no sirve escuchar a Lula? De ninguna manera. Jamás puede ser inútil escuchar a un hombre con semejante historia y a un estadista con semejante lucidez. Escuchar a Lula es humanamente reconfortante y políticamente enriquecedor. Lo que no sirve es tratar de convertirlo en ariete de la posición propia.
La consigna de ese obrero que llegó a gobernar una potencia, parece ser agradar y llevarse bien con todos. En rigor, todos los políticos, cuando están en el extranjero, tratan de pronunciarse con diplomático equilibrio. Pero en el caso de Lula, los malabares de eximio equilibrista también revelan una posición inconfesable de Brasil: al gigante sudamericano le conviene que la región que lidera sea políticamente variada. O sea, además de democracias con división de poderes y alternancia, gobiernos mayoritarios ejecutando modelos de corte nacional-populistas con pretensiones de hegemonía y perpetuidad.
¿Por qué le conviene a Brasil esa complejidad del escenario regional? Porque lo fortalece como vocero e interlocutor de la región ante las principales potencias, en particular las de Occidente. También coloca al Brasil como garante de la relación entre Sudamérica y el mundo.
Ni Lula ni Dilma Rousseff aplicarían dentro de su país muchas de las políticas que aplican contra viento y marea los líderes sudamericanos a los que consideran amigos.
Defenderlos es parte de la apuesta estratégica de la diplomacia brasileña.