Por Claudio Fantini (Periodista, politólogo y docente de la UES 21). El resultado es políticamente complejo, pero matemáticamente claro. El gobierno catalán, que propuso avanzar hacia la independencia, sufrió un revés electoral que lo dejó muy débil, pero las urnas pusieron a Cataluña…

…  con un pie fuera de España.

Un resultado tan paradójico como la realidad política creada por la crisis. Las sociedades aturdidas por el miedo y la incertidumbre que genera el derrumbe económico, tienden a buscar soluciones mágicas en decisiones drásticas. Por eso, casi un millón y medio de catalanes marcharon por Barcelona reclamando la independencia.

La solución imaginada es que la crisis se revierte si se sale de la empobrecida España. Por eso, el presidente de la Generalitat, Artur Mas (foto), en una apuesta demagógica, fue a la elección legislativa proponiendo avanzar hacia la independencia. La propuesta forzaba el propio espíritu de Convergencia i Unió (CIU), la fuerza gobernante, que es heredera del espíritu de resistencia al centralismo castellanizante que imponía el franquismo, pero cuya esencia no se ve reflejada en el separatismo, sino en la autonomía conquistada junto con Andalucía, Galicia y el País Vasco en la Constitución de 1978.

Las urnas castigaron la demagogia de Artur Mas (foto), haciendo retroceder a CIU de 62 a 50 escaños, 18 por debajo de lo que necesita para la mayoría absoluta que le permitiría llamar a un referéndum para la soberanía.

Pero eso no significa que Cataluña haya decidido quedarse en España. Si así fuera, no habría crecido hasta convertirse en segunda fuerza, superando al Partido Socialista, Esquerra Republicana, la agrupación separatista de Joseph Tarradela, hoy liderada por Oriol Junqueras. Si se suman sus 21 bancas a las 50 de CIU, sobran escaños para aprobar por mayoría absoluta el referéndum.

Sumados los escaños de CIU y Esquerra Republicana, una amplísima mayoría de catalanes votó por la separación de España.

El problema es que, como su nombre en catalán lo indica, Esquerra Republicana es un partido izquierdista, mientras CIU representa el nacionalismo conservador. El histórico Jordi Pujol logró la confluencia entre Convergencia Democrática, liberal de centroderecha, y Unió Democrática, un partido católico. La jugada electoralista de Artur Mas lo obliga a una alianza entre el agua y el aceite.

¿Eso es lo que de verdad quisieron los catalanes? Lo que está claro es que las regiones ricas suelen separarse de las pobres. Los ricos checos convivían incómodos con la retrasada economía eslovaca. Lo misma necesidad sintieron los prósperos croatas y eslovenos respecto de la burocratizada Serbia.

Pero España, si bien diversa, no es un Estado forzado y artificial como lo fueron Checoslovaquia y Yugoslavia.

Redacción Turello.com.ar

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