Por Claudio Fantini (Periodista, politólogo, docente de la UES 21). “Si algo ocurriera, repito, que me inhabilitara de alguna manera, Nicolás Maduro, no sólo en esa situación debe concluir como manda la Constitución el período, sino que mi opinión firme, plena como la Luna llena, absoluta, total, es que en ese escenario, que obligaría a convocar, como manda la Constitución, a elecciones presidenciales, ustedes elijan a Maduro como presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Yo se los pido desde mi corazón”.
Fue claro, contundente y también lo último que dijo a los venezolanos el mismísimo Hugo Rafael Chávez Frías (en Twitter: @chavezcandanga).
Para que no queden dudas ni lugar a interpretaciones, la frase es larga por estar cargada de repeticiones y redundancias. Sin embargo, empieza a no estar claro que vaya a cumplirse eso que “manda la Constitución”. Al fin de cuentas, esa Carta Magna redactada por el chavismo señala que el 10 de enero debe asumir el presidente electo. La interpretación que hicieron tanto Maduro como Diosdado Cabello, titular de la Asamblea Nacional (ambos en la foto), de que, como Chávez es “reelecto y también recontra-electo” no es necesario que asuma por estar ya en funciones, es tan desopilante como preocupante.
Quizá disiparía sospechas que una junta médica totalmente creíble explicara por qué es muy posible una curación tan total que permitiría a Chávez reasumir la presidencia poco después del 10 de enero. Pero en lugar de un parte médico de tales características, lo que hay son descripciones parciales que, no obstante, esbozan una noción clara sobre la gravedad del estado del presidente venezolano.
Esas descripciones parciales lo que permiten es suponer que el exuberante líder caribeño ya no podrá gobernar, o al menos le resultaría imposible hacerlo por un tiempo lo suficientemente prolongado como para justificar la aplicación de la cláusula constitucional de sucesión.
El humor negro no le quitó lucidez a un twittero que escribió: “Alerta venezolanos, la derecha ya viene con tecnicismos como que un presidente tiene que estar vivo”.
Más allá de los grupúsculos conspirativos que pululan en la oposición venezolana, está claro que, al menos hasta ahora, no fue la oposición el origen de las sospechas más oscuras, sino esas afirmaciones que parecen alejarse de una voluntad expresada en forma clara, firme y “plena como la Luna llena”.