Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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Por Juan Turello. ¿Por qué predomina hoy el desánimo sobre la marcha de la economía, pese a los buenos datos de la actividad y los récords en las compras de autos y motos, y de viajes al exterior?, comienza mi nota en La Voz. Macri basa su discurso optimista sobre esos indicadores, que muestran un alto consumo por parte de un sector de la sociedad. La mayoría lo critica por la sensación en el bolsillo. Veamos los datos.
Una reciente encuesta de Gustavo Córdoba & Asociados mostró que seis de cada 10 argentinos no tienen una expectativa positiva en materia económica. Por contrapartida, cuatro de cada 10 aún le dan crédito a la gestión macrista.
La explicación del malhumor social se refleja en cuáles son las principales preocupaciones de la sociedad: inflación (uno de cada cinco argentinos la puso al tope), educación, inseguridad, aumento de los servicios públicos.
Los hombres que trabajan con Macri creen que esa sensación es temporal y que el ánimo se revertirá en el segundo semestre. Para certificar su optimismo hablan de los logros del “primer mandato”, como se manifestó en Córdoba el vicejefe de Gabinete, Mario Quintana. Esa expresión da por sentada la reelección de Macri en 2019.
Los empresarios que lo escucharon en la Bolsa de Comercio de Córdoba confían en ese diagnóstico. Sólo uno de ellos insinuó que el manejo de la política tarifaria podría encaminarse a la encrucijada que se produjo con el tarifazo de 2016.
Una jueza santafesina ya dejó en suspenso el cobro del aumento durante 10 días; los ruidos de las cacerolas volvieron a las grandes ciudades, aunque con menor intensidad que en el kirchnerismo.
El cambio de humor sobrevino con los tres aumentos de los combustibles (casi 14% desde octubre de 2017); suba en los alimentos y tarifazo en los servicios, junto al incremento en los impuestos.
La energía es el principal insumo de una sociedad organizada, desde la producción, el comercio y la vida en los hogares. Hasta para el consumo de agua –elemento imprescindible para el ser humano- se necesita energía para transportarla, potabilizarla y distribuirla.
Macri se apresuró a poner en marcha el sendero de aumentos para que las tarifas no generarán malhumor en 2019, cuando se juega su reelección y la de sus principales espadas: María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta.
Pero el tarifazo es un golpe duro para los usuarios residenciales.
Ya hubo demostraciones en el interior por el costo de la electricidad, a partir de una doble tenaza: el aumento de la energía mayorista por la caída de los subsidios del Estado nacional y por los costos que agregan Epec y las cooperativas, además de los “cargos” municipales. Un súper combo.
Las idas y vueltas en la política energética pueden tener un alto costo. Basta el ejemplo de Venezuela, sumergida en un caos social y económico, pese a estar asentada sobre un mar de petróleo.
¿Cómo solucionar el problema energético? La receta oficial de un fuerte aumento con el pago de hasta en seis cuotas es difícil que conforme a la sociedad si las temperaturas invernales son muy crudas, como se anticipa. El tema va camino a politizarse y a judicializarse.
La propuesta del kirchnerismo –retrotraer los precios al 1° de enero de 2017- es poco realista con una inflación de 25% ese año y una proyección de entre 20 y 23% para 2018. El kirchnerismo nunca hizo una autocrítica de por qué la Argentina pasó del autoabastecimiento en la década de 1990 a la importación de enormes barcos de gas licuado para atender la demanda interna.
El cepo se creó para poder usar los pocos dólares que había en el Banco Central para la compra de barcos con gas licuado y los insumos básicos de la producción, que escasearon para ciertos sectores.
Otro botón de muestra: en Córdoba, los dirigentes K apoyan la posición de Luz y Fuerza, que denunció que Epec perdió 630 millones de pesos por no haber aplicado los aumentos aprobados en octubre de 2017 a comercios e industrias. A nivel nacional, Cristina Kirchner pidió congelar las tarifas a valores de 2016. ¿Aumento aquí y allá no?
El peronismo propone aplicar los incrementos en base al aumento de los salarios. En 2017, los sueldos le ganaron a la inflación por casi tres puntos porcentuales. De persistir esa tendencia, el aumento del gas sería superior al de la inflación, aunque menor al tarifazo promedio que aplicará el Gobierno: 36% en Córdoba, si se consume menos que en 2017. En caso contrario, la suba puede llegar al 99%.
Si la energía es el principal insumo de una sociedad y clave para el crecimiento, las fuerzas políticas deben llegar a consensos mínimos.
En caso contrario, las idas y vueltas en la política energética pueden tener un alto costo. Basta el ejemplo de Venezuela, sumergida en un caos social y económico, pese a estar asentada sobre un mar de petróleo.