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Por Claudio Fantini. Si ser condecorada por otro país es un fuerte aval para cualquier personalidad mundial. Por el contrario, que un país le retire una condecoración otorgada, es un golpe igual o más fuerte a la imagen de esa personalidad. Es lo que ha sucedido con Cristina Kirchner y la condecoración que le había otorgado Ecuador.
Cristina Kirchner acaba de recibir ese golpe degradante que implica el retiro de una condecoración. El Congreso ecuatoriano le quitó la Orden Manuela Sáenz, que le había otorgado hace dos años.
El argumento es que afecta negativamente la imagen de Ecuador haber distinguido a personas que luego fueron blanco de múltiples denuncias de corrupción y están seriamente sospechadas de haber delinquido contra el Estado y con las sociedades que presidieron.
La iniciativa la tomó el Partido Creo, una fuerza conservadora que postuló a Guillermo Laso en la última elección presidencial. El fuerte enfrentamiento que ese partido tuvo con Rafael Correa cuando era presidente, podría relativizar la significación de lo resuelto sobre la ex presidenta argentina. Podría reflejar más la fractura política de Ecuador que la debacle en la imagen de Cristina.
Sin embargo, hay dos elementos a tener en cuenta: la poca disposición de legisladores para votar contra del retiro del reconocimiento, y la razón política del oficialismo ecuatoriano en 2016 para condecorarla.
Hace dos años, el todavía presidente Rafael Correa tenía motivos para ayudar a la ex presidenta. De la misma vereda que Correa en “la grieta” latinoamericana, Cristina Kirchner empezaba a ver multiplicarse las denuncias de corrupción en su contra.
En 2016, Cristina Kirchner ya no era presidenta y el nuevo gobierno gozaba de salud en las encuestas. Recibir una condecoración resultaba políticamente vigorizante.
El tiempo y las investigaciones transcurridas desde 2016 cambiaron los escenarios en los dos países. El liderazgo de Rafael Correa está siendo destruido por el hombre al que él había designado como candidato a sucederlo. Para sorpresa de muchos, Lenin Moreno llevó adelante -desde el primer día de su gestión- el desmantelamiento de la estructura de poder creada por Correa.
En el marco de ese proceso, primero se retiró la estatua de Néstor Kirchner que estaba a la entrada del edificio de Unasur en Quito. Y ahora se retira la condecoración otorgada a su viuda.
Lenin Moreno saltó del correísmo a la vereda donde se encuentra Mauricio Macri. Estos juegos de la política podrían restar valor a las decisiones mencionadas.
Lo que no se puede soslayar es el dato objetivo de la ausencia casi total de voluntad de resistencia de los otros partidos, tanto del retiro de la estatua como de la condecoración.
Manuela Sáenz, quien da su nombre a la distinción, fue una colaboradora de Simón Bolívar en sus guerras independentistas, lo que da una de las significaciones a la condecoración. La otra, viene de la firmeza con que resistió la presión de su marido, un influyente médico inglés, para que regresara a su lado.
Manuela Sáenz no regresó con su marido, con argumentos de increíble coraje y determinación en aquella sociedad decimonónica. Por eso, es considerada una de las pioneras del feminismo en Latinoamérica.
El favor que le hizo el correísmo a Cristina Kirchner hace dos años se convirtió en un boomerang, que golpea su imagen en un momento de gran debilidad, por el efecto cascada que, en el terreno de los arrepentimientos y las confesiones, han desatado “los cuadernos de Centeno”.
Lo único que le queda a la ex presidenta es la magnitud del ajuste y el golpe que implica la política económica de Mauricio Macri en las clases medias y bajas.
Por las consecuencias de la crisis y la falta de luz al final del túnel, Macri necesita que la situación judicial de Cristina Kirchner se complique, mientras que la ex presidenta necesita que la situación política de Macri se ahogue en la tempestad económica.