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Por Juan Turello. Mauricio Macri atraviesa las semanas más difíciles de su gestión económica, después de las dos corridas cambiarias de 2018. El dólar se despertó luego del “veranito financiero”; la inflación no cede; la crisis está golpeando a la puerta de las grandes empresas y, por si esto fuera poco, dirigentes clave del radicalismo muestran su rebeldía (¿contra el modelo?, ¿hay modelos en pugna?, ¿contra el dedo en las candidaturas?), señala mi nota en La Voz.
Pese a la suba, el dólar aún está más cerca del piso de la banda cambiaria que del techo. Pero sus movimientos ponen en alerta a los agentes económicos. La divisa norteamericana es un termómetro del humor social y un factor clave en la inflación, aunque no exista una correlación directa entre el aumento del dólar y los precios.
La elevada inflación de enero -2,9%- golpeó la credibilidad del Gobierno. La baja de la tasa de referencia del Banco Central de 15 puntos porcentuales colocó el rendimiento de las letras de liquidez (Leliq) en torno del 44% anual. La desconfianza externa (¿Argentina es mercado emergente o no?) y el paper de Carlos Melconian -un economista que conserva la confianza del Presidente-, en el que aludía al “plan picapiedra”, hicieron el resto.
Fin de la película: la tasa ronda el 50% y el dólar tiende a bajar. Aún pierde contra la inflación de casi 18% desde octubre, cuando arrancó el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.
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La caída en el consumo golpeó a la industria y ya toca la puerta de grandes empresas. Las fábricas cerraron 2018 con una contracción de 3,4%, con un desplome de casi 11% en diciembre, según datos de la Unión Industrial Argentina (UIA).
La crisis impacta en empresas tan diversas como Zárate, que vende en Córdoba materiales para la construcción; en el Grupo Pilar, que comercializa en todo el país alimentos para mascotas; en Coca Cola Buenos Aires; de Fate y hasta en la más importante cadena de supermercados de Mar del Plata. Carrefour ya había lanzado una alerta similar en 2018.
La única alegría sigue siendo los datos alentadores de la próxima cosecha de granos, que será récord. En Córdoba, rondaría 37 millones de toneladas, con un valor cercano a 10 mil millones de dólares.
La recuperación del campo y de las economías regionales se sentirá en el interior, pero en menor medida en el conurbano bonaerense, donde anidan el reclamo social y los votos decisivos de una elección.
Entre críticas al modelo y ambiciones personales, dirigentes radicales se han plantado ante el Presidente, lo que torna más débil la defensa de su gestión.
La cara visible del descontento es la de Martín Lousteau, autor intelectual de la Resolución 125, que alentaron Néstor Kirchner y Cristina Fernández en su pelea con el campo en 2008. Este sector no le perdonó ese traspié. ¿Puede ser viable un candidato que gran parte de la sociedad aún rechaza, más allá de las diferencias sutiles con el modelo económico de Macri?
La verdadera crítica al modelo radica en el kirchnerismo. Pero el “vivir con lo nuestro”, con aliados internacionales ajenos a la historia argentina, no le rindió frutos a Cristina Kirchner.
La verdadera crítica al modelo radica en el kirchnerismo. Pero el “vivir con lo nuestro”, con aliados internacionales ajenos a la historia política argentina, no le rindió frutos a la expresidenta: el Banco Central se quedó sin reservas, por lo que apeló al cepo al dólar; resignó los superávits gemelos y el energético, logrados en la década de 1990; la producción agropecuaria se redujo al mínimo (con la pérdida de 10 millones de cabezas de ganado vacuno), salvo la de la soja.
El aliento al consumo interno, sin inversiones, conduce a experiencias catastróficas, como muestran otros países latinoamericanos.
La pregunta de fondo sigue siendo qué tamaño de Estado queremos los argentinos (los ingresos cubren sólo el 85% de los gastos) y cómo lo financiamos. Hay pocas respuestas de fondo.