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Por Juan Turello. El Gobierno nacional atraviesa una tormenta perfecta.
Enfrenta la falta de confianza de los agentes económicos; está inmerso en peleas internas sobre cómo resolver la crisis y soporta la decepción de quienes renegociaron la deuda, con bonos que valen 30% menos, señala mi nota en La Voz. Todo sucede mientras la descomposición social es visible en la toma de tierras y en los linchamientos de delincuentes, además del delicado cuadro que aportan la pobreza y la recesión.
Mientras, el presidente Alberto Fernández parece sobrevolar la crisis. En medio de las tensiones, parece atender asuntos que no son urgentes. Viajó por segunda vez a Misiones en 10 meses para firmar convenios, cuando el trascendental acuerdo por el acueducto entre Córdoba y Santa Fe lo resolvió con una videoconferencia.
El Presidente aún no llegó a Córdoba, uno de los seis distritos clave para lograr una recuperación de la economía, que cayó 11,6% en agosto en comparación con igual período de 2019.
Las encuestas muestran que la pérdida de confianza está vinculada con el fracaso del manejo de la pandemia por el Covid-19, la crisis económica y a la falta de señales claras de respeto a la propiedad privada y a la independencia de la Justicia.
El déficit del sector público fue de 1,3 billones hasta septiembre, que se financió, en gran parte, con la emisión de dinero. El exceso de pesos fue al dólar y a precios.
“Me preocupa que comienza a colapsar el sistema de precios por la brecha entre el dólar oficial y las otras cotizaciones”, dijo Manuel Tagle, titular de la Bolsa de Comercio de Córdoba y referente del mercado automotor.
Hay productos que escasean o no se entregan, como electrodomésticos y bienes que incluyen insumos importados.
La confianza del consumidor retrocedió 3,7% en octubre con respecto a septiembre. La caída fue más fuerte en el interior (6,9%) y en los sectores de menores ingresos (7,2%), según la Universidad Torcuato Di Tella.
La desconfianza se traduce en el valor del dólar y en que los consumidores restringen sus compras, salvo en aquellas operaciones que usan el dólar blue como referencia de precio; por caso, para la compra-venta de automóviles (los vehículos importados son más baratos al dólar blue que en sus países de origen) y de materiales de la construcción.
El lunes último, el ministro de Economía, Martín Guzmán, dispuso medidas para detener la suba de los dólares financieros, al tiempo que descalificó en un comunicado (“generaron expectativas negativas”, dijo) lo resuelto por el Banco Central el 15 de septiembre.
Los desacuerdos en el oficialismo son notables. Los pasillos oficiales están inundados de versiones sobre la incorporación Sergio Massa, de Roberto Lavagna o de Martín Redrado.
El Presidente le habría dado un plazo breve a Guzmán para encaminar la economía.
Guzmán se aferra a un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para calmar las expectativas. Esa señal contrasta con las marchas multitudinarias que hizo el peronismo contra el Fondo durante la gestión de Mauricio Macri.
“El Gobierno no va a devaluar”, insistió ayer el ministro, quien conserva el apoyo de Cristina Kirchner, aunque perdió el de otros referentes del Frente de Todos.
El problema es que la devaluación la efectúe el mercado (la sociedad) con el desabastecimiento ante la falta de precios de referencia; la caída de las importaciones para la industria y una inflación en aumento.
La tormenta perfecta está en desarrollo. Alberto Fernández está obligado a elegir un rumbo y un plan que aliente la producción y genere inversiones y empleo.
La falta de una autoridad social ya es visible en los linchamientos (uno en Tucumán y otro en Mendoza, en la ocupación de tierras y en las “fronteras” creadas por algunas provincias. El mayor riesgo es que esa descomposición se traslade también a la economía.