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Por Juan Turello. El Gobierno nacional festejó una de sus mejores semanas de gestión, aunque la mayoría de las familias sigue preocupada por la inflación y la caída de la Ley de Financiamiento Universitario (el sueño del hijo en la universidad), señala mi nota en La Voz.
Los precios subieron 3,5% en septiembre -el mejor dato desde noviembre de 2021-; se duplicaron en los nueve primeros meses (101,6%) y se triplicaron en relación con un año atrás (209%), según datos oficiales. El promedio del está influido por una baja en los alimentos, que se contrapone con una fuerte alza en los servicios.
La desaceleración es para festejar en un país que estuvo al borde de la hiperinflación, herencia que aún ningún miembro de la anterior gestión (Alberto Fernández-Cristina Kirchner) se anima a autocriticar.
Los datos oficiales reflejan que los servicios (alquiler, agua potable, electricidad, gas y otros combustibles) registraron una suba de 7,3%, mientras que los alimentos apenas escalaron 2,3%.
Lo que el bolsillo gana por un lado, pierde por el otro. El malhumor se acentúa en los sectores de ingresos fijos: trabajadores y jubilados.
Pese a que los ingresos fijos le ganan en unos puntos a la inflación en los últimos meses, jubilados y trabajadores no perciben una mejora en su calidad de vida.
La clase media es la que más pelea por el financiamiento para las universidades, esperanzada con un título de grado para los hijos.
El Gobierno incluyó en sus festejos la fuerte baja del dólar, por el blanqueo, por el resultado de la balanza comercial (las exportaciones superan a las importaciones) y por el ánimo de los mercados financieros.
Está claro: los inversores aplauden una gestión que mantiene la bandera del equilibrio fiscal, pese al aumento de las protestas gremiales y en las universidades.
Un grupo importante de economistas sostiene que el presidente Javier Milei no debe renunciar a su objetivo de bajar la inflación y mantener a rajatabla el equilibrio fiscal.
Lo dijeron Ricardo Arriazu, ante las compañías de seguros, y Esteban Domecq, en la cumbre de la Unión Industrial de Córdoba.
Sus palabras fueron casi calcadas: “Milei no va a devaluar, porque si devalúa se acaba su gestión”.
Los agentes financieros están inquietos por la salida del cepo, ya que presumen que se producirá un ajuste del tipo de cambio al converger el dólar oficial con el valor de los dólares financieros. Hoy, la brecha ronda el 16%.
Los industriales argumentan que con recesión, caída del consumo y sin las reformas tributaria y laboral no están en condiciones de competir frente a los importados.
En la feria, tampoco le va bien al sector turístico, ya que el bajo precio de la divisa alienta el turismo emisivo. Brasil está cerca y sus precios siempre son tentadores.
Aunque los economistas advierten que Milei no devaluará ni volverá a la política de subsidios, la caída del respaldo popular al presidente empuja la protesta de algunos sectores.
La llegada de Cristina Kirchner al frente del Partido Justicialista, con el apoyo de Pablo Moyano, anticipa una oposición más dura contra el Gobierno, aunque no a todos los peronistas ni a la CGT los seduce el regreso de la expresidenta.
Juan Schiaretti y Martín Llaryora trabajan por moldear un peronismo moderado, con la incorporación de otros sectores políticos, como sucede en las actuales administraciones provincial y de la ciudad de Córdoba.
Falta un año para la elección legislativa. Sin embargo, los dirigentes políticos ya trabajan imaginando las alianzas para esa fecha.
La pelea política no aporta para mejorar la economía, ni menos para atraer inversiones, que es el objetivo impostergable para enfrentar la larga decadencia que la Argentina protagoniza desde hace más de medio siglo.