Por Claudio Fantini. Es la crónica de una tragedia anunciada. Quienes pensaban que la deposición del gobierno fundamentalista no tendría consecuencias graves, sencillamente deliraban. La guerra civil aparece en un horizonte cada vez más cercano.

De momento, los simpatizantes y los militantes de la Hermandad Musulmana aportan los muertos en sus choques callejeros contra el Ejército, pero es probable que pronto tomen las armas y se conviertan en fuerza beligerante. Ya se habla de más de 1.000 muertos por los últimos choques.

Desde la presidencia, Mohamed Morsi había iniciado el reemplazo del Estado laico y la democracia pluripartidista, por el Estado confesional y el régimen mayoritarista. Sin duda, había puesto a Egipto en una encrucijada. Pero la solución del Golpe de Estado se pareció a la espada cortando el nudo que nadie podía desatar.

La renuncia de Mohamed el-Baradei a la vicepresidencia deja al gobierno interino en estado de coma. El inmenso prestigio del ahora ex vicepresidente constituía la mejor carta de legitimidad del poder vigente de facto.

Su carrera diplomática y, sobre todo, lo que aportó como experto en cuestiones nucleares, le dio celebridad mundial. Su objetividad quedó fuera de dudas cuando, junto al sueco Hans Blix, certificó que el régimen de Saddam Hussein no poseía arsenales de destrucción masiva ni quedaban en Irak instalaciones para producirlas.

A eso sumó su gestión al frente de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) y un Premio Nobel de la Paz por su aporte a la No Proliferación Nuclear.

Por eso era imprescindible la presencia de El-Baradei en el gobierno interino. Su renuncia hace más visible las charreteras del general Abdul Fatah al Sisi en un poder disfrazado de civil.

El presidente Adi Mansour es un jurista prestigioso, pero sin El Baradei en la vicepresidencia, su presencia se vuelve imperceptible.
La represión militar sigue acumulando muertos entre los fundamentalistas que reclaman la resituciòn del gobierno a la Hermandad Musulmana. Y Egipto se parece cada vez a la Argelia de principios de los años noventa.

Tras las largas décadas de régimen autoritario de partido único, se dieron las elecciones legislativas en las que se impuso el Frente Islámico de Salvación (FIS), cuya propuesta era convertir a Argelia en un califato.

El régimen laico decidió entonces anular las elecciones y proscribir al FIS. Pero la consecuencia fueron masivas protestas, a las que el régimen respondió con represión, entrando Argelia en una espiral de violencia que desembocó en la larga y sangrienta guerra civil que desgarró al país magrebí durante más de una década, además de infectar todo el norte africano con milicias salafistas.

Esa trágica historia parece estar repitiéndose en Egipto. ●

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■  Egipto y su revolución inconclusa (03/07/2013) / Fuente: Turello.

Redacción Turello.com.ar

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