Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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Los últimos abucheos a Amado Boudou (en Twitter: @BoudouAmado) y a Axel Kicillof, hombre fuerte de Economía, junto a los insultos de (y a) otros personajes nacionales, revelan la existencia de un país cargado de violencia política.
Los últimos sucesos tuvieron como protagonistas al vicepresidente de la Nación, al encabezar los actos celebratorios de los 200 años del Combate de San Lorenzo, el bautismo de fuego de los Granaderos a Caballo que formó el padre de la Patria, José de San Martín, para liberar a esta región del dominio español. Los pobladores de esa localidad santafesina le reclamaron que no se hubiera dispuesto feriado nacional, como sucedió con similares conmemoraciones de las batallas de Tucumán (24 de septiembre de 2012) y de Salta (20 de febrero próximo). La Presidenta ha insistido en varias ocasiones que admira la trayectoria del general Belgrano, pero nada ha dicho de San Martín.
El otro incidente tuvo lugar en un navío de Buquebus, en el que Kicillof, junto a su familia, se trasladaba de regreso a Buenos Aires. Al principio hubo gritos aislados, y luego se unificaron al cántico de «caradura» y otros insultos.
¿Esta violencia viene de arriba (del Gobierno) o de abajo (de los sectores que en el fondo rechazan la gestión de Cristina Kirchner (@CFKArgentina y han entonado y pintado cánticos agresivos contra la jefa de Estado)? La responsabilidad le cabe a ambas sectores, aunque la de los dirigentes es de mayor peso que la del ciudadano común.
Cuando la Presidenta descalifica por cadena nacional a sus críticos e ironiza sobre dirigentes opositores («¿Alguien sabe si Bonfatti (por el gobernador de Santa Fe, en la foto junto a Boudou) volvió de vacaciones?») genera un clima violento hacia ellos, que también fueron elegidos por el voto popular. Lo mismo hacen sus defensores -por caso Aníbal Fernández (@FernandezAnibal) o Federico Luppi– cuando maltratan a los que señalan errores de la gestión presidencial o los insultan porque simplemente preguntan cómo hizo su fortuna.
Ayer, todo el arco cristinista descalificó el «escrache» que sufrieron Boudou y Kicillof, cuando en realidad no se trató de un «escrache» (algo preparado y condenatorio ante el resto de la sociedad, como sí lo era la metodología nazi), aunque fueron hechos condenables protagonizados por ciudadanos comunes. Este sector también justificó al diputado Wado de Pedro cuando dijo que a Santa Fe la gobernaba el «narcosocialismo». Además, desde la televisión pública se ataca y degrada a los que critican el relato oficial.
La oposición –Mauricio Macri (@MauricioMacri), Miguel del Sel (@MigueldelSelok), entre otros- o humoristas (Enrique Pinti)- también usan la violencia verbal para descalificar a Cristina Kirchner.
También es violento bloquear una calle o una terminal de ómnibus, cercenando derechos de los demás.
La violencia verbal es el primer paso de peores tragedia en la vida política. Todos debemos luchar por detenerla.