Por Héctor Cometto (Periodista deportivo y analista en los programas informativos de Teleocho Córdoba). ¿Cómo se puede vivir después de concretar un sueño que no es solamente de uno, sino de todos? Por eso es imposible ser Diego Maradona: hizo el gol soñado y lo metió ante los ingleses, nada menos.
Georgina Bardach…
… logró la medalla de bronce a los 21 años en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, y esa imagen del podio, con la corona de laureles en su cabeza, la situó en el paraíso definitivo del deporte argentino. Coronada de gloria vivirá y serán eternos los laureles.
El único antecedente era el de Jeanette Campbell, medalla de plata en Alemania 1936. En los juegos de Beijing 2008, Georgina (en Twitter: @GeorgiaBardach) reconoció que ni siquiera quería tocar el agua. Se recuperó y disfrutó más de nadar en Londres, pero en ambos casos quedó entre las últimas, muy lejos de aquellos 4’37’’51/100 en la capital helénica.
Llegó muy lejos aquella mujercita por siempre tímida, que no quería que la mojen ni meterse al agua. Y empezó a aprender natación porque sus padres no podían cuidarla en la pileta. Y ese encierro que le producía el agua, esa falta de oxígeno, era similar a lo que sentía ante el asedio de la fama, del periodismo, los compromisos, encorvando los hombros, juntando las manos entre las piernas, descargando las respuestas como si fueran las últimas brazadas antes de la meta. Siempre combinando con los 400 metros de crol, mariposa, pecho, espalda.
En la vida, la humildad, sacrificio, pureza y sinceridad.
Ese agobio finaliza antes de lo previsto: el mundial del 2013 era el fin. Pero se anticipará a Córdoba, el 1° de diciembre, a las 18, en el natatorio del Mario Kempes.
Adiós Georgina, y gracias por todo. Vaya hacia vos la admiración eterna por aquellos que cumplen sus sueños…y siguen plenos de vida.