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Por Daniel Scandizzo. Días atrás asistimos a la caída de Harald Krüger, el presidente ejecutivo (CEO) de BMW, durante su presentación en el Salón del Automóvil de Franckfurt, producto de un desmayo. Afortunadamente, fue un episodio asilado sin consecuencias para su salud. Sin embargo, las redes sociales y los medios de comunicación del mundo se hicieron rápidamente eco de la noticia.
En mi opinión, BMW no sentirá el impacto de su caída. No obstante, «la caída» será un tema vigente durante algunas jornadas más porque las empresas son las personas; y los autos de la fábrica alemana, en este caso, pasaron a segundo plano.
❝El factor de distinción de una empresa son las personas❞
¿Que quiere decir esto último? Significa que en una época donde las empresas se parecen, sus productos/servicios no se distinguen mucho de los de la competencia y las ofertas se igualan, el factor de distinción son las personas. Y entre ellas, el CEO, o en su defecto el presidente ejecutivo, es la imagen de la empresa. Su marca personal impacta en la compañía, ya sea construyendo o destruyendo valor. No es neutra, ni tampoco inocua. Sus actos son los de la empresa.
Jobs, Welch y Lafley fueron un claro ejemplo de ello. Steve Jobs era Apple, aún en sus momentos de debilidad física. Lo mismo que lo fue Jack Welch para General Electric o Alan George Lafley para Procter & Gamble.
En consecuencia, podríamos afirmar que no existe cirugía para separar a un presidente de su empresa. La identificación entre ambos, es viscosa.