Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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Por Juan Turello. El Gobierno logró un alivio en medio de la tormenta que afronta por una combinación de factores externos, pero principalmente por problemas internos, señala mi nota en La Voz. El principal desafío externo es la suba del bono de Estados Unidos a 10 años, que ya rinde 3% anual. Podría tener otras dos alzas en 2018 porque la inflación interanual se ubicó – en abril- cerca del 2%. Alerta para las autoridades monetarias.
Argentina sufre el encarecimiento del crédito. Los inversores globales han puesto la lupa sobre el elevado déficit de cuenta corriente (ingresos y egresos del país), insostenible en el mediano plazo con la suba de tasas en Estados Unidos. ¿Cuáles fueron los factores internos para esta tormenta perfecta? El alivio parcial afectará el crecimiento.
La tormenta comenzó a arreciar a principios de marzo por factores externos, pero se hizo más intensa a partir del impuesto a la renta financiera de capitales externos, el 26 de abril. Fue el precio que pagó el Gobierno para que la oposición aprobara la reforma previsional y el Presupuesto 2018. Hoy, nadie se hace cargo de esa factura.
Los ministros de Macri cometieron una serie de errores no forzados, que alimentaron las ráfagas.
La foto del 28 de diciembre (28D), con Federico Sturzenegger, titular del Banco Central, doblegado por Marcos Peña y Nicolás Dujovne, fue el primer gran soplo en contra.
Luego se sucedieron las subas de los alimentos y el tarifazo en los servicios, que desilusionaron a la sociedad. Hoy, por primera vez desde 2015, la imagen de Macri es más negativa que positiva.
Las familias están desencantadas porque la inflación no se redujo y el tarifazo les quitó poder de compra. La inflación esperada es de 22%, según el Relevamiento de Expectativas del Mercado (REM) del Banco Central. A las empresas no les gustó “el bandazo del jueves”, como graficó en Córdoba el CEO de Volkswagen, Hernán Vázquez.
Macri perdió apoyo social, mientras el peronismo se unió para proyectos inverosímiles, sin asumir errores del pasado.
Los gobernadores advirtieron que la iniciativa del peronismo les quitará recursos. Hábil en manejar los números, Juan Schiaretti puso el grito en el cielo. Lo acompañó Juan Manuel Urtubey, el más presidenciable de la liga de gobernadores anti K.
La recaudación por IVA caería porque los servicios aumentarían menos de lo anunciado por el Gobierno. Se ajustarían por la suba salarial de 2017, 22-25%, la mitad de la proyección oficial. También bajaría porque se reduciría la alícuota a la mitad para la luz y el gas, según el peronismo.
El Gobierno controló en parte el temporal; el recorte de U$S 3.200 millones afectará el crecimiento y el empleo.
La decisión de recortar 3.200 millones de dólares en infraestructura, en particular en obra pública, afectará el crecimiento, la recaudación fiscal y el empleo, donde trabajan los sectores más vulnerables. Otro impacto negativo en las provincias.
La tormenta golpeará más fuerte sobre Macri que en la oposición política. Más allá de que quienes no pudieron desarmar el cepo, hoy dan recetas sobre qué hacer con el dólar y los que no podían mencionar la palabra inflación, hoy critican la suba de precios. Increíble.
Durante marzo y abril, el Banco Central vendió más de 7.200 millones de dólares y la fiebre del enfermo recién se redujo ayer con la tasa de referencia al 40% y las Lebac volando en el mercado secundario.
El problema es que los inversores –en especial los de Wall Street- advierten la debilidad de Sturzenegger tras el 28D, mientras el jefe de Economía está enredado explicando gastos inexplicables, incluido el “choco-arroz”.
El Presidente no quiere volver atrás con el tarifazo porque esa es la senda que les prometió a los inversores de Vaca Muerta, que proveerán el petróleo y gas que necesita la Argentina.
Volver atrás supondría limitar la reducción del déficit fiscal en más de 100 mil millones de pesos, según cálculos privados, lo que alentaría la inflación, que todos piden que baje.
La intensidad de la tormenta amainó, pero aún está soplando porque el Gobierno carece de un plan que enamore y de un “ministro fuerte” que sepa sostenerlo ante la sociedad.