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  • Aprender a desarrollar el coeficiente emocional

    Publicado: 21/05/2015 // Comentarios: 0

    Por Eugenio Gimeno Balaguer. He recibido 17 comunicaciones por mi nota anterior (el éxito de la inteligencia emocional), que fueron muy amables y constructivas. Sin embargo, me llama la atención lo que se puede inferir de sus textos, y es que la mayoría está convencida de que sobresalen en estos cuatro campos. Pero está lejos de ser así.

    Imagen: Matemáticas Digitales.

    Puede haber personas cuyo CI -coeficiente intelectual- es muy elevado, pero al mismo tiempo con un CE -coeficiente emocional- deplorable. Incluso, en las disciplinas científicas hay que saber trabajar en equipo, hacer alianzas, dirigir a los colaboradores, etcétera.

    Sea cual sea nuestro campo de actividad, siempre nos vemos obligados a una relación con otros seres humanos. Nuestras disposiciones hacia este tipo de relaciones son las que determinan nuestro éxito a largo plazo.

    No es raro hallar una incapacidad de este tipo entre los adultos, que impide distinguir con claridad entre distintos estados emocionales. Poner en práctica las cuatro aptitudes descritas en la nota anterior: identificar el estado interior de las emociones; conocer su desarrollo; razonar sobre ellas; y manejar la situación de manera apropiada, es muy difícil de controlar.

    La tesis de Goleman es que el dominio de la inteligencia emocional es mayor garantía de éxito en la existencia que el CI.

    El cerebro emocional mantiene una mayor intimidad con el cuerpo debido a su estrecha relación, por lo que suele resultar más fácil “actuar” sobre éste.

    Un estudio realizado en niños de un barrio de Córdoba –Villa El Libertador- entre los años 2003 y 2013- sugiere que el “coeficiente emocional” desempeñó un importante papel, y que lo que mejor predijo el éxito de algunos como adultos no fue su CI, sino su capacidad, en el transcurso de una infancia difícil, de controlar sus emociones, regular su frustración y cooperar con los demás.

    Paul Broca, el gran neurólogo francés del siglo XIX, fue el primero en describirlo, y le dio el nombre de cerebro límbico. El cerebro límbico controla las emociones y la fisiología del cuerpo, es un centro de control que recoge continuamente informaciones provenientes de distintas partes del cuerpo y que responde de manera apropiada controlando el equilibrio fisiológico: la respiración, el ritmo cardíaco, la tensión arterial, el apetito, el sueño, la líbido, la secreción de hormonas e, incluso, el funcionamiento del sistema inmunitario.

    El cerebro emocional mantiene, pues, casi una mayor intimidad con el cuerpo debido a su estrecha relación, por lo que suele resultar más fácil “actuar” sobre el cerebro emocional a través del cuerpo –de allí que en Argex privilegiamos las actividades experienciales en el trabajo con los grupos-, más que las clases puramente teóricas.

    Varios me han pedido algún ejercicio, empecemos con este: “Piense en una situación estresante en su vida laboral o personal, respire profundo, tome unos minutos y escriba diez factores positivos que podrían resultar de esa situación”. Los que lo hagan y quieran seguir, me escriben y les digo como continuar.

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