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Por Eugenio Gimeno Balaguer. El aprendizaje y la solución de problemas son parte de un proceso continuo y perpetuo de cambio en las actitudes, los valores y las creencias que se da -en toda organización- a través de una interminable negociación entre la nueva información y la que ya se conoce.
Los niveles gerenciales e intermedios de las organizaciones de todo tipo -empresarias, del sector público o políticas- necesitan, para no estancarse, tener un campo propicio para, con cierta periodicidad, practicar el desarrollo de estas posibilidades. En muchas ocasiones, esto se conoce como “juegos”, a veces simplemente como “actividades de campo”, a veces como “cursos de cuerdas y maderas”.
Las personas que participan en estas “actividades experienciales”, como a nosotros nos gusta llamarlas, experimentan emociones en grados y proporciones diferentes. Usualmente, realizamos entrevistas personales previas para seleccionar los ejercicios (juegos) en función de la apreciación que logramos de la persona que va a participar en ellos.
En la evaluación posterior uno puede notar que algunas personas disfrutan de la participación más que del deseo de ganar; otras, incluso, transgreden las reglas con tal de vencer; otras intentan establecer un dominio de todo el proceso señalando los puntos relevantes del mismo; otras son más bien pasivas dejando que las cosas transcurran y actuando cuando los llaman. Pero todas las actividades recrean los sentimientos que hemos enunciado más arriba, ya sean estos vinculados a las personas, al poder o a la solución de problemas.
Nosotros hablamos que es necesario pasar “de la gerencia al liderazgo”, entendiendo que este último debe ser la característica de los niveles con responsabilidad de gestión en los desafíos actuales. Pues bien, el liderazgo tiene que ver casualmente con las personas, el poder y los desafíos.