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Debiera haber ya un campeón de la Libertadores, aunque esto es lo de menos. La palabra que envuelve a la Argentina es: vergüenza.
Hinchas violentos, hinchas desaforados, jugadores con gestos inapropiados, las fuerzas de seguridad y los gobiernos de la Ciudad de Buenos Aires (CABA) y Nacional, cada uno con su nivel de responsabilidad, protagonizaron un escándalo, que exacerba y muestra lo peor de la Argentina ante el mundo.
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Todo sucedió a pocas horas de que la Argentina reciba a los líderes del mundo en la reunión del G-20.
Lo que pasó es injustificable, incomprensible y muestra la progresiva decadencia de una sociedad que hace un siglo era un ejemplo para el mundo y el sueño de desarrollo y bienestar para millones de inmigrantes.
Repasemos algunos puntos para comprender qué nos pasa.
1. La violencia física se adueñó de casi todos los comportamientos sociales. Se usa para resolver desde una simple disputa de tránsito hasta protestar el resultado de un partido de fútbol, tal como sucedió el martes último cuando hinchas y bandas mafiosas agredieron a la Policía y la obligaron a retroceder tras el partido All Boys-Atlanta en Buenos Aires. A estos se suman el incomprensible ataque que sufrió el micro que trasladaba al plantel de Boca Juniors al Monumental.
2. La violencia e incapacidad institucional quedó patentizada cuando la ex presidenta Cristina Kirchner se negó a entregarle el bastón de mando a Mauricio Macri, hasta la subestimación de la ministra de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich, quien llegó a decir: «Al lado del G-20, un Boca-River es algo menor«. El sábado no pudo coordinar con la Policía Metropolitana un operativa eficaz para evitar las agresiones de los hinchas entre sí y contra los efectivos. El jefe de Gobierno de CABA, Horacio Rodríguez Larreta, culpó al operativo contra el jefe de la barra brava de River por los incidentes.
3. Fracasó la dirigencia de River Plate que no pudo controlar la venta ilegal de entradas, lo que terminó por desbordar la capacidad del estadio.
4. Fracasó la dirigencia de Boca Junios, que se rasga las vestiduras por las agresiones al colectivo, de por sí incomprensible e injustificable, cuando no controló a sus propios hinchas, quienes también atacaron el ómnibus del plantel de River Plate el domingo 11, aunque –por fortuna- ese vandalismo no pasó a mayores. Para frutilla de la crema, el jueves 22 el club organizó un “bombonerazo”, que estuvo a punto de convertirse en una tragedia por el descontrol y el exceso de hinchas en el estadio. Dios es argentino.
5. Fracasó la Conmebol (Confederación Sudamericana de Fútbol), que protagonizó dos grandes papelones en ambas finales. El sábado 10, cuando en medio de una fuerte lluvia y violenta tormenta, tardó horas en decidir la suspensión del partido. El sábado y domingo últimos repitió el escaso manejo que tiene del ambiente social. En ambos casos, privilegió los intereses económicos de televisar el partido al mundo, antes que entender qué estaba pasando en las calles.
La nueva fecha de la final será analizada y decidida en una reunión en Asunción el martes 27 a las 10 de la mañana con los presidentes de los clubes finalistas, Boca Juniors y River Plate.
— CONMEBOL.com (@CONMEBOL) 25 de noviembre de 2018
6. La incomprensible falta de coordinación del operativo de seguridad entre las fuerzas de la Ciudad de Buenos Aires y el Gobierno nacional, por una disputa política entre sus principales dirigentes, pese a que pertenecen al mismo espacio político de Cambiemos. Recién el domingo se sentaron a una misma mesa los funcionarios que deben responder por el primer deber del Estado, que es cuidar la vida de las personas.
7. La tolerancia de las autoridades a las barras bravas, que tiñe cada partido de una violencia injustificada, más aún cuando el país se propone como organizador del Campeonato Mundial de Fútbol de 2030. Falta mucho, pero esas organizaciones e intereses no se desmontan de la noche a la mañana.
8. El costo político que cargará sobre sus espaldas el presidente Mauricio Macri. En sus idas y vueltas, pidió que los partidos tuvieran público visitante, los que -de haberse organizado así- hubieran terminado en sendas batallas campales, con resultados desastrosos. Los problemas organizativos de ambos encuentros y las fallas de seguridad son costos que deberá pagar quien aspira a ser reelegido dentro de un año.
9. La inseguridad por partida doble erosiona la desgastada imagen de la Argentina en el mundo. Por un lado, la inseguridad que se vivió en las calles, en el marco de los mencionados espectáculos deportivos, sienta un mal antecedente para el G-20. Por el otro, la inseguridad jurídica que experimentan los inversores que ven cambios permanentes en las reglas de juego, junto al incumplimientos de las promesas políticas (Ej. bajar los impuestos).
10. Los serios problemas que tiene la sociedad argentina para organizarse y reunirse detrás de una escala de valores mínima e imprescindible para la vida en común.