Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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El gobierno de Mauricio Macri está decidido a mejorar las relaciones con el jefe de la Iglesia Católica, el papa Francisco, quien hasta ahora sólo le dispensó un trato apenas cordial. Los gestos del papa Francisco para con Milagro Sala, Hebe de Bonafini y los jueces federales irritaron al macrismo. ¿De qué se trata esta nueva grieta?
Macri está convencido de que no puede estar enfrentado con uno de los líderes mundiales, aunque en su entorno descreen de la figura del Papa.
Su asesor político, Jaime Durán Barba, minimizó la importancia de Francisco en las recientes elecciones presidenciales, que ganó Macri. El “gurú” en temas de análisis sociológicos y escritor de los discursos presidenciales, el filósofo Alejandro Rozitchner, confesó en un reciente programa político: “El Papa es demasiado católico para mi gusto”. El Presidente sigue, además, las enseñanzas del gurú indio Sri Ravi Shankar.
Aunque la Iglesia no se ha pronunciado formalmente, estas relaciones e interpretaciones molestan a los jerarcas católicos argentinos y, por ende, al jefe de la Iglesia.
El Gobierno dio a conocer una carta que el papa Francisco le envió a Macri con motivo del festejo del 25 de Mayo. Pide por “el bien común, la reconciliación y la fraternidad entre los argentinos” , en momentos en que la reciente ley antidespidos –que vetó Macri- dividió aguas en la política y ahondó las diferencias sociales.
La exhortación de Francisco fue rápidamente apoyada por el peronismo, a través de su titular Juan Carlos Gioja. El macrismo sospecha de que el Papa hubiera preferido un triunfo del kirchnerismo en el ballotage presidencial.
La reciente entrega de los premios Martín Fierro, donde resultaron premiados un guionista de la serie El clan, que pidió el regreso de Cristina Kirchner, y Jorge Lanata –que se llevó tres estatuillas y el Martín Fierro de Oro-, quien cuestionó la corrupción de la anterior gestión, ahondó la grieta en el sector de la cultura y los medios de comunicación.
“Lilita” Carrió –una católica practicante- embistió contra el papa Francisco por haberle enviado un rosario a Milagro Sala y no haber recibido a Margarita Barrientos, una luchadora social que sostiene un comedor comunitario en el barrio Los Piletones, un sector muy humilde de Buenos Aires.
Carrió también descalificó las reuniones del Papa con fiscales y jueces argentinos, que se efectuará el 3 y 4 de junio en Roma, por la sospecha de que se trataba de una señal del jefe de la Iglesia Católica de proteger a los kirchneristas acusados de múltiples casos de corrupción.
Marcelo Sánchez Sorondo, al frente de la Comisión Pontificia de Ciencias Sociales, se lamentó que “los argentinos no quieren al Papa”, en tanto otros jerarcas católicos insisten en denunciar la pobreza y la precariedad laboral. Para el macrismo, esos obispos no tuvieron el mismo tono crítico durante la gestión de Cristina Kirchner, cuando los índices de pobreza y desempleo comenzaron a crecer.
Acostumbrados a discutir todo, desde la jerarquía de Messi y de otras personalidades, los argentinos no se privan tampoco de enfrentarse en torno de uno de los líderes del humanismo mundial.