Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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Por Juan Turello. Mauricio Macri y sus funcionarios están enojados, aunque intenten disimular los sentimientos con fotos y palabras políticamente correctas, señala mi nota en La Voz. El enojo oficial incluye a los aliados críticos -a los que identifican como “el caso Mirtha Legrand”-, a los empresarios y a un sector de la sociedad, que está desencantado con la marcha de la economía. Más allá de las opiniones políticas, lo que importa es la decisión de consumidores y de empresas sobre inversiones.
¿Qué dice la sociedad sobre el Gobierno? El índice de confianza en el Gobierno (ICG) de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT) registró en febrero una variación positiva de 1,8% , luego de dos meses con una caída acumulada de 23,2% . Diciembre fue el mes de la reforma previsional y enero el del derrape de los ministros, sintetizado en el “caso Triaca”.
El centro de estudios de la Di Tella muestra también que las expectativas de inflación permanecen en el 20% para la mitad de los encuestados, igual que el registro del Banco Central entre las consultoras (19,9, para los próximos 12 meses).
La confianza del consumidor (ICC) cayó 3% en febrero en relación con enero último. La situación es mejor en el interior (aumentó 0,3% ) que en el Gran Buenos Aires, donde retrocedió 5,2. Por supuesto, la confianza del consumidor aún está 29% por encima de la gestión de Cristina Kirchner. Esta es la principal fortaleza del Gobierno.
Para tener en cuenta: la perspectiva sobre la situación macroeconómica bajó 5,4% en febrero, según la UTDT.
El malhumor por la menor capacidad de compra de la sociedad es visible. La expectativa sobre la macroeconomía cayó 5,4% en febrero.
¿Por qué Macri está enojado con los industriales, más allá de la foto de buena onda entre el jefe de Gabinete y la Unión Industrial Argentina (UIA)?
Porque el presidente eligió como eje de su política económica la inversión, que debe mejorar la producción y competitividad de la Argentina. Este esquema apunta a un crecimiento sustentable en el tiempo.
Esa decisión pone en un segundo lugar el consumo interno, que –con anabólicos- se había encargado de inflar Cristina Fernández durante los últimos años. En 2016, el consumo cayó; se recuperó apenas 1% en 2017 y se espera una cifra similar para este año.
El cambio de paradigma no fue debidamente explicado a la sociedad por el macrismo. El malhumor social por la menor capacidad de compra es visible. El aumento en las tarifas y servicios hace el resto.
Las inversiones alcanzaron al 16,4% del producto interno bruto (PIB) en 2016, equivalente a 88 mil millones de dólares. El año pasado, subieron a 20,5% , con un total de 118 mil millones. “Para igualar el stock de capital que teníamos en la década de 1990, necesitamos 30 mil millones de dólares adicionales por los próximos ocho años”, advirtió el economista Diego Dequino, al presentar el Balance 2017 de la Bolsa de Comercio de Córdoba.
Los funcionarios de Macri hicieron las paces con la UIA el lunes último, pero el presidente fue al día siguiente a Expoagro y se deshizo en elogios a la actitud de los hombres de campo, que apuestan a invertir más y a mejorar la competitividad de sus explotaciones. El ministro Rogelio Frigerio repitió el libreto 24 horas después.
“El éxito de una política se mide por la confianza que los agentes económicos tienen sobre ella”, advierte José Simonella, desde el Consejo de Ciencias Económicas de Córdoba.
La competitividad del campo está regulada por los precios internacionales. La industria argentina atraviesa ciclos de apertura –buen aparte de la década de 1990, por un peso sobrevaluado- hasta el virtual cierre de las importaciones con el cepo cambiario del kirchnerismo.
El macrismo apunta que la eliminación del cepo, la flotación de la moneda y la paulatina reducción de impuestos fueron dispuestas por esta gestión, por lo que esperan una mejor actitud de los hombres de negocios.
El Gobierno debe dar un mensaje claro a la sociedad sobre hacia dónde va la economía para recuperar las expectativas positivas. Lo contrario supone que la remarcadora volverá a estar de moda, al igual que las colas en las casas de cambio.