Por Rosa Bertino (Periodista especializada en temas de Espectáculos). En todos los niveles, de la villa al country, del pub al baile de cuartetos, del Carbó al San Pedro Apóstol, al cordobés le encanta identificarse por “el cantito”. Así es como tenemos crítica con tonada, ferias con tonada, humoristas con tonada, perros y maratones con tonada, etcétera.
La TV vernácula…
… que gracias a Dios o a quien sea logró desplazar a las eternas lluvias y a los dichosos baches de la General Paz (en Capital Federal), tiene rating propio.
A muy poca gente se le da por ver Desayuno Americano, en lugar del “Lagarto” Guizzardi. A este magno espacio lo abrieron y conquistaron los noticiarios locales, hay que decirlo. Por allí fueron colándose las tiras de “perio-socio-entretenimiento”, o de entretenimiento con formato periodístico, que han copado el segmento matinal. Y buena parte del vespertino.
Hasta ahí, todo bien. El único problema es que la TV central resultó ser sumamente contagiosa. El esquema de los programas “con tonada” difiere poco y nada del porteño, salvo por el cordobés básico que exhiben varios panelistas y movileros.
Pero eso incluso puede resultar simpático. Lo que no queda muy bien, y se percibe claramente cuando una es una gorda clavada en la bicicleta del gimnasio, con la vista fija en un televisor chiquito y distante, es que nuestros queridos colegas se sientan obligados a dar saltos e ingresar al estudio con un movimiento supuestamente sexy.
Eso le sienta bien a Pamela David y Verónica Lozano, y tampoco tanto. Guillermo Hemmerling (Vení mañana, Teleocho), por ejemplo, no luce muy natural moviendo los brazos como si fueran aspas. Se lo nota más cómodo hablando. Peor aún es lo hagan cabriolear a José Ravalli, que tiene menos swing que mi dentista.
Todo esto no es nada, en comparación con el “Lagarto” haciendo mímica. Lo que puede la producción televisiva actual … o la escasez de ella. En una costumbre muy radiofónica y quizá un sesgo del inolvidable pasado del conductor de El Show de la Mañana (Canal 12, foto de sus conductores), éste pincha discos en un Winco y los miembros del panel mueven ojos y hacen caritas al compás de rumbas y boleros. Verlos a Daniel Alassia (¿qué pasó, se separó de Ravalli?, ¿cada cual está haciendo su vida?) y Daniel “Vaca” Potenza intentando convencer a la audiencia que no hay buena televisión sin 10 ó 15 minutos de radio, es un espectáculo sencillamente indescriptible.
Bueno, me permito decir todo esto porque los periodistas gráficos tienen una conocida dosis de impunidad… sobre todo si son añosos.