Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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Por Claudio Fantini. Que Cambiemos se haya partido en Córdoba es un estropicio político tan grande, que justifica teorías conspirativas de diversa índole. Por caso, la que afirma que Ramón Mestre le está devolviendo al peronismo el favor que le hizo cuando financió diversas candidaturas a intendente, las que, al dividir los votos de la oposición, le permitieron ganar la elección para gobernar la ciudad de Córdoba.
O la especulación que sugiere que Mauricio Macri quiso provocar este choque de trenes que rompió la coalición que él mismo lidera, porque se entiende bien con Juan Schiaretti y prefiere que siga gobernando Córdoba. Y si eso le permite una futura devolución de favores, que en su momento se verá.
El estropicio de liquidar Cambiemos en Córdoba habilita cualquier especulación. No obstante, las teorías conspirativas tienen sus riesgos, por lo que, en lugar de especular sobre lo que produjo este papelón, es más seguro analizar lo que significa o lo que deja a la vista.
Lo que aparece de la ruptura de Cambiemos en Córdoba es una señal más del debilitamiento del liderazgo de Macri.
Varios gobernadores radicales adelantaron los comicios en sus respectivas provincias para despegarse de la elección presidencial (primarias, el 11 de agosto; primera vuelta, el 27 de octubre), porque calculan que ir en la misma boleta que encabeza el presidente, les restará votos.
La elección en Neuquén fue un fracaso para el kirchnerismo, pero también fue un fracaso para el macrismo, cuyo candidato (ganador en las urnas cuando se presentaba como simple radical), quedó relegado a un lejano tercer puesto con el sello de Cambiemos.
La elección neuquina reforzará la tendencia de los radicales a marcar distancias con Macri, quien, además, marginó totalmente en la toma de decisiones al centenario partido que le aportó su estructura de escala nacional a la alianza con el PRO .
Cuando el radical Julio Cobos le provocó al gobierno de Cristina Kirchner, una severa derrota al votar en contra la suba de las retenciones sobre las exportaciones agrícolas, posiblemente no actuó por responsabilidad política, sino por despecho y rencor.
Si hubiera votado desde la convicción, habría dicho con vos firme “voto en contra”, en lugar de haber balbuceado titubeante “mi voto no es positivo”. Pero tenía razón en estar ofendido con Néstor y Cristina Kirchner.
Sucede que lo habían convocado a una coalición transversal, pero terminó aislado en un gobierno personalista y vertical cuyos líderes lo ninguneaban.
Macri marginó a los socios radicales de su coalición, concentrando todas las decisiones en una mesa chica integrada exclusivamente por miembros del PRO.
La persistencia del ensimismamiento de Macri con la cúpula del PRO, sumada la profundización de la crisis social por la pésima situación de la economía, multiplican dentro del oficialismo las voces que sugieren cambiar la candidatura de Macri por la de María Eugenia Vidal.
Ocurre que la gobernadora de Buenos Aires mide mejor en todas las encuestas. Hasta ahora, ella se muestra decidida a sacrificar sus mejores chances en el altar de su lealtad a Macri.
El hecho de que el jefe de Gabinete, Marcos Peña, otras voces de la cúpula del PRO y la propia Vidal afirmen – cada vez más seguido- que el candidato de Cambiemos será Macri, en lugar de consolidar su postulación, lo que hace es ponerla en duda.
En definitiva, no puede ser de otro modo, debido a la creciente debilidad del liderazgo de Macri.
La rebelión del radicalismo puede debilitarlo aún más. Como explicó el analista Carlos Pagni, los radicales “no le pueden hacer ganar la elección a Macri, pero se la pueden hacer perder”.