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Por Héctor Cometto. Bajar del bronce nunca ha sido sencillo, revalidar los logros que llevaron tan alto es un desafío mayor: la gloria será más gloria, y el fracaso también. Bianchi y Díaz, es decir Boca y River, ponen en juego su protagonismo en tiempos cambiantes.
Los dos técnicos corren riesgos, pero antes lo hacen ambas instituciones: sin Copa Libertadores, sin títulos recientes, con participaciones de mitad de tabla, perdiendo posibilidades desde el principio del torneo y, junto a la exigua prestación actual, la carga de las obligaciones de otros tiempos muy distintos. Deberían asumir una realidad diferente para volver a ser, mientras los agobia el dolor de ya no ser.
Hoy, ante planteles adolescentes sus soluciones no solucionan, sus arengas no arengan y todos se han olvidado de «la suerte» de Ramón y del «celular de Dios» que poseía el Virrey.
Carlos Bianchi y Ramón Díaz dirigieron en aquellos tiempos, moldeando el bronce que ellos contribuyeron a forjar. Distintos ellos, diferentes sus dirigidos. Con mayoría de líderes y jugadores importantes para compromisos importantes. Hoy, ante planteles adolescentes, sus soluciones no solucionan, sus arengas no arengan y todos se han olvidado de «la suerte» de Ramón y del «celular de Dios» que poseía el Virrey.
Guardiola salió de un megacampeón y fue a otro introduciendo cambios, en su ideario y en su prédica. Ferguson tenía técnicos de primer nivel, como Carlos Queiroz, que modernizaban su trabajo de campo. Siempre hay que pensar que ayer fue nunca, para no dormirse y menos en los laureles, buscando en el ejercicio de la humildad el principal método.
La ovación de la Bombonera marca la gratitud eterna hacia Bianchi, el Monumental dirá. Bianchi y Díaz, Boca y River, tienen ante sí el principal desafío: demostrar que aún pueden ser más grandes.●