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Por Juan Turello. Las impactantes imágenes de las concentraciones de esta semana en distintos puntos de la Argentina terminaron por visibilizar un cóctel que contiene una fórmula peligrosa: inflación, pobreza y descontento social, señala mi nota en La Voz.
Más allá de los debates sobre el rol de los dirigentes piqueteros en esas marchas y el pago que reciben quienes asisten a los acampes, lo cierto es que los miles de asistentes que coparon las principales calles del país son pobres o viven en la miseria.
La administración de Alberto Fernández celebró que a fines de 2021 unas 920 mil personas salieran de la pobreza en relación con el primer semestre de ese año.
Una persona es considerada pobre en términos monetarios cuando no puede comprar una canasta básica total, que incluye alimentos y productos para el hogar. Si los ingresos no le permiten adquirir una canasta básica de alimentos, se considera que está en la indigencia.
En el último trimestre de 2021, el Gobierno dispuso distintas ayudas -el “plan platita”- para mejorar el resultado electoral de noviembre, al tiempo que varios gobiernos provinciales ofrecían bonos para evitar la derrota en las urnas.
Los ingresos excepcionales del «plan platita», que, paradójicamente, aceleraron la inflación porque la demanda originada por esos pesos no pudo ser correspondida con un aumento de la producción.
Los precios subieron 3,8% en diciembre; 3,9% en enero; 4,7% en febrero y para marzo se espera un alza superior al 5%, con alimentos trepando al 6%.
Y aún no se percibió en toda su magnitud el aumento que se producirá en las naftas y en el gas natural por el impacto de la invasión de Rusia a Ucrania.
Los sectores medios de la sociedad no estuvieron en los acampes, pero también soportan el mismo cóctel de inflación, pobreza y descontento.
Casi 70 mil habitantes del Gran Córdoba habían descendido en 2020 de su nivel de “clase media” por la pérdida de ingresos, según un trabajo realizado por Idesa.
Las encuestas muestran ese descenso al cambiar la expresión “la plata no me alcanza” por la de “la plata no sirve para nada”, según Guillermo Oliveto, uno de los analistas más reconocidos del consumo en la Argentina.
Los sectores medios de la sociedad no estuvieron en los acampes, pero también soportan el mismo cóctel de inflación, pobreza y descontento.
Oliveto advierte sobre el desborde social al que puede conducir semejante frustración. “Es muy difícil recomponer el poder de compra con una suba general de precios como la que se prevé”, apunta.
La confianza de los consumidores retrocedió 6,4% en marzo, indicó la encuesta nacional de la Universidad Torcuato Di Tella.
Los funcionarios de Alberto Fernández intentan acuerdos de precios que apenas sirven “para la foto en los diarios”, como señaló un economista crítico de la estrategia elegida por el Gobierno.
La confluencia de ministros y autoridades de la CGT y de la UIA el jueves último, que se repetirá el martes 5 de abril, apenas permite esbozar un catálogo de buenas intenciones, sin resultados concretos.
Ahora, la aspiración oficial es que la inflación sea menor al 60% cuando el acuerdo con el FMI estableció una franja de entre 38% y 48%.
Entre tanto “humo oficial” para evitar acometer soluciones de fondo, llama la atención la falta de medidas concretas para evitar el desborde del gasto público; por ende, para reducir el déficit fiscal, y para ordenar un Estado que cada día crece en nuevas reparticiones y funciones.
El Estado presente y más gordo sólo sirve para la foto, no para conjurar el cóctel.