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  • ¿Crepúsculo populista en Latinoamérica?

    Publicado: 29/10/2015 // Comentarios: 0

    Por Claudio Fantini. Que más del 60% de los argentinos haya votado a candidatos duramente opositores a Cristina y al kirchnerismo, es una clara señal de agotamiento del modelo populista que implica verticalismo ultrapersonalista, estatismo desmesurado y división de la sociedad siguiendo los métodos propuestos por ideólogos de culturas autoritarias, desde Karl Schmitt hasta Ernesto Laclau.

    Otra señal en ese sentido es que el oficialismo haya entrado en una crisis que lo pone al borde de una guerra de fracciones.

    La mayoría de la sociedad le dio la espalda al estilo de gobierno de Cristina Kirchner | Foto: archivo www.turello.com.ar

    La mayoría de la sociedad le dio la espalda al estilo de gobierno de Cristina Kirchner | Foto: archivo www.turello.com.ar

    Pero no sólo en la Argentina hay señales de que el populismo entra en una etapa crepuscular, al menos el populismo más inspirado en Hugo Chávez y en su concepción demagógica de la economía.

    En Venezuela, a la deriva económica cada vez más cercana al naufragio, se ha sumado una revelación sísmica: las pruebas con las que se condenó a Leopoldo López a 13 años de prisión, son absolutamente falsas.

    Esta vez, esa falsedad no la denuncia Felipe González y el puñado de ex presidentes que salvan la dignidad de la política latinoamericana ante el silencio bochornoso de la UNASUR y la mayoría de los gobernantes en funciones. Esta vez lo dice nada menos que el fiscal venezolano que presentó esas pruebas en el turbio proceso judicial que terminó con la dura sentencia al dirigente opositor.

    Sorpresivamente, Franklin Nieves, el magistrado que había expuesto las presuntas evidencias de la responsabilidad del líder del partido Voluntad Popular en los destrozos y las muertes que se produjeron durante la última gran ola de protestas antichavistas, huyó del país con su familia y, desde el exterior, dijo que todas las pruebas eran falsas y que lo habían presionado desde altos niveles del régimen de Nicolás Maduro para presentarlas como verdaderas y obtenidas legítimamente.

    Teóricamente, debiera ser la gota que colma el vaso del silencio latinoamericano.

    Las crisis en Brasil, Venezuela y Guatemala enmarcan al tembladeral político-económico que parece mostrar, también en la Argentina, al populismo en un repliegue desordenado y bochornoso.

    Al desquicio económico, político y judicial de Venezuela, debe sumarse, como señal de un crepúsculo populista, la derrota de Sandra Torres en las presidenciales de Guatemala. Su esposo, Alvaro Colom, fue un presidente socialdemócrata moderado, que adhirió a Petrocaribe porque resultaba conveniente a su país. Pero la campaña de Torres fue avalada eufóricamente por el chavismo y otras expresiones del populismo radical. Su abrumadora derrota frente a un actor cómico ligado a los militares y al gobierno recientemente destituido por corrupción, muestra que, en Guatemala, el populismo no pudo enfrentar con éxito ni siquiera a un adversario turbio y decadente como el que enfrentó.

    Brasil no está en la misma vereda de los populismos chavistas, pero el giro liberal de Dilma Rousseff y la sombra de la sospecha de corrupción, que ya oscureció a la familia de Lula, señala que el amigo más grande, significativo e importante del chavismo también está entrando en una crisis que podría hacer que éste sea el último gobierno del PT, al menos en esta década.

    La señal más contundente de esta crisis es la furia de Lula contra la presidenta, a quién culpa por el allanamiento a las oficinas de su hijo, sospechado de haber recibido sobornos por tráfico de influencia en las licitaciones de Petrobras.

    Esas crisis enmarcan al tembladeral político-económico que parece mostrar, también en la Argentina, al populismo en un repliegue desordenado y bochornoso.

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