Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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Por Claudio Fantini. A raíz de la cita de Cristina Kirchner con el juez Claudio Bonadío y de las torrenciales declaraciones de Leonardo Fariña, el kirchnerismo lanzó afirmaciones que parecen difíciles de sostener.
La primera, radica en la convocatoria a “un 17 de Octubre” contra la Justicia en Comodoro Py. ¿Por qué la convocatoria a una manifestación equivale a una afirmación descabellada? Porque equipara la desventura judicial que le toca vivir a la líder del kirchnerismo con la inmensa manifestación exigiendo la liberación del entonces coronel Juan Perón, encarcelado días antes en aquel explosivo octubre de 1945.
1. La primera gran diferencia es que a Perón no lo había encarcelado la Justicia independiente de un Estado de Derecho, sino un régimen militar. En rigor, el régimen militar -que encabezaron los generales Ramírez y Farrell tras el derrocamiento de Ramón Castillo- era un gobierno de facto, en el cual también participó, en una primera etapa, el fundador del justicialismo.
El vía crucis que le tocará a la ex presidenta en tribunales (por esta causa y la de Hotesur, entre otras), se da en el marco de una democracia.
2. La segunda gran diferencia es que a Perón no lo habían enviado preso a Martín García por cometer un delito o un acto de corrupción, sino porque había perdido una puja interna con el general Eduardo Ávalos, jefe de la Guarnición de Campo de Mayo.
A Cristina Kirchner se la vincula con casos que parecen revelar a simple vista la existencia de una corrupción sistémica, estructurada, puesta en marcha por su marido y vigente durante la totalidad de sus dos mandatos.
3. La tercera gran diferencia es que la movilización del 17 de octubre de 1945, si bien convocada y en algún grado organizada por líderes sindicales como Cipriano Reyes, fue en buen medida, espontánea. Y al protagonismo lo tuvo la clase obrera.
En cambio, con mucho más tiempo de antelación, las manifestaciones de estos días la organizaron y financiaron los aparatos políticos y los municipios que controla el kirchnerismo. El protagonismo no lo tuvo la clase obrera, sino la clase media, que es a la que pertenece el grueso de la militancia orgánica que responde al liderazgo de Cristina Kirchner.
La diferencia se ve claramente en las postales de aquel octubre y de este abril: en la primera, predominaban las masas y en la segunda, las banderas de las agrupaciones que organizaron y desplazaron a la militancia.
La otra afirmación errónea del kirchnerismo es que las declaraciones de Fariña, en carácter de «arrepentido», no deben ser tenidas en cuenta por tratarse de “un delincuente”. Una observación absurda, puesto que si no hubiera delinquido, no tendría por qué ser un “arrepentido”.
El concepto, en sí mismo, evidencia que se trata de una figura política aplicable sólo a quienes han integrado una organización o asociación para delinquir, puesto que si no lo hubieran hecho, no tendrían de qué declararse “arrepentidos”.
Con el razonamiento que aplica el kirchnerismo para Fariña, el juez Giovanni Falcone no debió tener en cuenta la declaración del primer “pentito” de la Cosa Nostra: Tommaso Buscetta.
Aquel mafioso siciliano había cometido masacres y edificado un imperio sobre el narcotráfico. Pero el haberle otorgado la calificación de «arrepentido» le permitió a la Justicia italiana apresar al capo del clan corleonesi, Salvatore Riina y a otros 350 miembros de la “cúpola” o “comisione”, que articulaba el funcionamiento de las organizaciones mafiosas.