Por Claudio Fantini. Es grave que la relatoría de Naciones Unidas sobre cuestiones judiciales haya dicho que las reformas que se aprobarán esta semana ponen en riesgo la independencia del Poder Judicial y, por ende, debilitan el sistema democrático.
Y también es grave la respuesta que Cristina Kirchner dio a través de la Cancillería.
La crítica de la ONU a la Argentina fue dura y la respuesta del Ministerio de Relaciones Exteriores fue más dura aún. Como habitualmente hace con las críticas internas, el Gobierno descalificó agriamente el pronunciamiento, tratándolo de anómalo y presentándolo como una injerencia conspirativa en los asuntos internos de una nación soberana.
La relatora que criticó la reforma judicial que impulsa Cristina no es británica, ni norteamericana ni de ningún país fácil de presentar como ansioso por perjudicar a un gobierno nacionalista. Gabriela Knaul es brasileña y cuenta, como todos los antecesores en el cargo, con una destacada formación en materia de jurisprudencia.
Pero aunque fuera de cualquier otro país, no hizo más que cumplir con el rol que tienen las relatorías de la ONU. Ese rol es criticar, muchas veces de manera contundente, la situación en los diferentes países de las áreas a las que están abocadas.
A renglón seguido del cuestionamiento de la ONU a la Argentina, que debiera ser tenido en cuenta en los próximos pronunciamientos a cargo del Senado (el miércoles 8/05) y de la Corte Suprema de Justicia, la Relatoría sobre Derechos de la Mujer emitió una dura crítica contra la India.
Después de visitar el país asiático, Rashida Manjoo cuestionó al Estado indio que la violación en el matrimonio aún no esté penalizada. “En India, la violencia sexual y el acoso están muy extendidos y son perpetrados en espacios públicos, en la familia y en lugares de trabajo”, señala el pronunciamiento. Sin embargo, el gobierno del primer ministro Manmohan Singh no reaccionó descalificando la crítica de Rashida Manjoo.
Los cuestionamientos de ONU no deben ser descalificados, sino, en todo caso, respondidos con argumentaciones y explicaciones.
Es significativo y revelador que, a su larga lista de “enemigos que conspiran”, el Gobierno de Cristina Kirchner haya agregado nada menos que a las Naciones Unidas.