Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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Por Juan Turello. En política, existe un dogma no declarado que es más difícil administrar las victorias (el triunfalismo) que recuperarse de las derrotas. Es lo que podría sucederle al macrismo, señala mi nota en La Voz.
Hay demasiados gestos de triunfalismo de sus principales exponentes. Están más inquietos por las candidaturas para 2019 que en analizar y explicar a la sociedad que la senda del crecimiento que se registra en los últimos meses exigirá nuevos esfuerzos para sostenerla.
Los dirigentes que responden a Mauricio Macri contarán con mayor político después del 22 de octubre, pero no tendrán el control de ambas cámaras del Congreso, por lo que deberán abrir una ardua negociación con los gobernadores peronistas (no kirchneristas) y los gremios.
El Gobierno envió tres funcionarios clave a Washington a las asambleas del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del BID para explicar la hoja de ruta. Los ministros de Hacienda, Nicolás Dujovne, y de Finanzas, Luis Caputo, y el jefe del Banco Central, Federico Sturzenegger, debieran repasar el último informe del organismo sobre la Argentina.
El Fondo afirmó que este año “el crecimiento repuntará a 2,5% desde la recesión del año anterior, en la medida que los salarios reales más altos aumenten el consumo; la inversión repunte, con el apoyo de la obra pública, y las exportaciones se beneficien de una mayor demanda externa”.
En buen romance, la expansión del consumo está reservada por ahora al 20% de la población, que conforma los segmentos más altos de la pirámide de ingresos. En los niveles medios y medios-bajos el consumo cayó, como lo demuestran las estadísticas de supermercados, almacenes y autoservicios. Consultoras privadas afirman que la situación habría comenzado a revertirse en septiembre.
¿La razón de la caída? El precio de los alimentos y el peso de impuestos y servicios achicaron el poder de compra de asalariados y jubilados.
La inversión aún no alcanza los niveles deseados, por lo que los motores de la expansión son el campo y la obra pública, además de la construcción privada por los créditos hipotecarios. Los desarrollistas se quejan de que los bancos tardan entre 210 y 240 días para adjudicar un préstamo, desde que el interesado se anotó.
La industria automotriz comenzó a salir del parate tras el repunte de Brasil, que crecería este año menos del 1% y 1,5 en 2018, según el FMI. La mitad de lo que se espera para la Argentina.
La discusión en el Gobierno es si aplicar ahora el aumento en los servicios (impactaría en la inflación) o pasar el ajuste a enero.
La “inflación núcleo” –que excluye servicios regulados y consumos estacionales- sigue siendo elevada, pese a la dura política monetaria del Banco Central.
El Indec estableció una suba de 1,9% en septiembre. La discusión en el Gobierno es si aplicar ahora el ajuste en los servicios (noviembre y diciembre son meses de alta inflación) o pasarlo a enero.
Los combustibles aumentarán 10%; el gas natural subiría alrededor del 40% (disimulado por los menores consumos del verano) y habrá un aumento en los boletos del transporte urbano y de larga distancia.
En estos temas, el FMI no dudó: la inflación no se reduce si no se baja el déficit a partir de menos gasto público, que Dujovne prometió encarar a través de una poda en los subsidios a los servicios públicos. El gradualismo financiado con más deuda puede convertirse en un bumerán para el Gobierno.
Las energías que provee un triunfo debieran ser usadas para repensar los grandes problemas de la Argentina y en aportar soluciones. La opción planteada para esta elección –entre el futuro o el pasado autoritario y sin crecimiento- difícilmente pueda ser usada en 2019. Para ese tiempo, la sociedad exigirá más respuestas que los fantasmas del pasado.
En el triunfalismo que genera la victoria, los eventuales candidatos debieran sopesar este dato, sobre el que advierte el dogma no escrito de la política.