Por Claudio Fantini. “No seas egoísta”, le gritó indignado el Papa Francisco al mexicano que lo tironeaba tanto que lo estaba por voltear. Seguramente, no era esa la palabra que le hubiera gritado, de no vestir atuendos pontificios. Alguna palabrota más porteña y adecuada al calibre de la torpeza de quien lo tironeaba, habrá quedado atragantada porque, ya en la punta de la lengua, el Sumo Pontífice la reemplazó por esa descalificación más adecuada: egoísta.

Lo que está claro es que la estupidez del mexicano merecía un exabrupto papal, del mismo modo que la situación de México merecía una reflexión teológica y filosófica más profunda que las pronunciadas en su gira por ese país, que es uno de los más católicos y también uno de los más violentos y corruptos del mundo.

Así como en la Colombia del cartel de Medellin, miles de jóvenes le rezaban a “la virgen de los sicarios” antes de salir a matar por el puñado de dólares que pagaba Pablo Escobar, en México los jóvenes rezan a la virgen de Guadalupe antes de lanzarse a las cacerías humanas en las que asesinan para cobrar lo que pagan los jefes narcos.

El Papa Francisco denuncia una de las realidades más horrendas y evidentes: la miseria enmarcada por el desenfreno consumista y el bombardeo publicitario, empuja a los jóvenes a la delincuencia. Pero esa reflexión recurrente, no agota la reflexión que la iglesia está obligada a hacer en estos tiempos: ¿Qué pasa con el mensaje eclesiástico en la sociedad? ¿por qué no consigue mejorar a la persona y elevar la conciencia social?

❝La situación de México merecía una reflexión teológica y filosófica más profunda del Papa Francisco que las pronunciadas en su gira por ese país.❞

En ese país que vivió la peor guerra religiosa de la historia americana, la de los “cristeros” entre 1927 y 1929, Jorge Mario Bergoglio debió preguntarse por qué una sociedad puede ser, al mismo tiempo, la más católica y la corrompida y violenta.

El discurso papal critica lo evidente en la dimensión económica y social, pero no inicia el análisis introspectivo que, en la dimensión teológico-filosófica, debería hacer una iglesia cuyo mensaje no logra elevar la calidad humana ni la moral social.

El embate del Papa contra el narcotráfico fue duro, pero no fue una muestra de coraje como la que dio, en el 2014, contra la mafia. La N’drangheta acababa de asesinar a un niño y Francisco viajó a Calabria para excomulgar a esa poderosísima organización criminal.

Desde sus tiempos de cardenal, Bergoglio es un duro enemigo del narcotráfico. Pero no llegó a tomar medidas eclesiásticas como la que lo puso en la mira de la N’drangheta. Y además, mima políticamente a Cristina, la mujer que intentó poner la Provincia de Buenos Aires y su oscurísima policía, en manos del turbio Aníbal Fernández.

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