Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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Por Juan Turello. La administración de Alberto Fernández está empeñada en plantear sus relaciones internacionales con una visión ideológica, que perjudica a la economía, señala mi nota en La Voz. Todas las últimas peleas protagonizadas por el Presidente encarnan decisiones y gestos que tienen un impacto negativo en la recuperación (parcial) de ciertos sectores productivos.
El Gobierno abandonó el Grupo de Lima, que pretendía elecciones libres en Venezuela; apoya los movimientos políticos de Lula y de Rafael Correa, enfrentados con los gobiernos de Brasil y de Ecuador, respectivamente, y atacó al titular de la Organización de Estados Americanos (OEA), además de la reciente pelea con sus socios del Mercosur por el grado de apertura del bloque que cumplió 30 años.
Todas las últimas decisiones y gestos en política internacional tienen un impacto negativo en la recuperación (parcial) de ciertos sectores productivos.
La Unión Industrial Argentina (UIA) dijo que creció la actividad en enero en 32 de los 58 subsectores analizados, mientras que decreció en los 26 restantes. Le va bien sólo al 55% de la industria.
El ataque a la estrategia de Estados Unidos contra el dictador Nicolás Maduro significa un virtual desplante a Joe Biden, con peso en las decisiones del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial.
¿Por qué es importante acordar con ambos organismos? Porque un acuerdo con el FMI es un certificado de calidad para renegociar la deuda con el Club de París y para las inversiones que se deciden en los países más desarrollados.
El acuerdo pasó para después de las elecciones. Habrá 10 años para pagar una deuda de casi 47 mil millones de dólares, pero el Fondo no se apartará de su libreto de déficit fiscal y reformas sustentables para crecimiento.
Las dudas sobre cuál es el rumbo no son patrimonio exclusivo de acreedores y de inversores externos, también son verificables en el ámbito interno.
El desánimo fue moneda corriente entre los asistentes a la última reunión presencial de empresarios cordobeses, realizada en Fundación Mediterránea.
El responsable de una de las principales cadenas de alimentos lo tradujo así: “No tengo margen para trabajar a destajo para los grandes supermercados; privilegio las marcas propias y si un empleado se jubila o renuncia, no lo puedo reemplazar”.
En pocas palabras: para aumentar la producción, se requieren más inversiones y más empleados, pero el hombre de negocios desiste de ambas alternativas ante la presión impositiva y los conflictos gremiales.
¿Por qué es importante la actitud de los empresarios? Porque sin inversiones privadas será difícil reabrir las 20 mil Pymes que cerraron por la pandemia y reinsertar a los 2,2 millones de desocupados.
Los sanitaristas coinciden en que ya se atraviesa “la segunda ola” del Covid-19 y que deberían instrumentarse medidas más estrictas después de Semana Santa.
No habrá restricciones mayores a las industrias ni a las escuelas, que seguirán abiertas bajo estrictos protocolos sanitarios, pero habrá limitaciones para los servicios, como transporte, hoteles, restaurantes, actividades culturales, entre otros.
La presión impositiva, los cepos a los precios y al dólar, los problemas para importar y los bloqueos gremiales conforman un cóctel preocupante para la recuperación.
Los servicios suponen dos de cada tres pesos que se producen en la economía, por lo que una caída en esa actividad afectará los ingresos fiscales, la política monetaria (el Gobierno deberá emitir para cubrir el déficit) y pueden originarse tensiones sobre el dólar.
Con un esquema de vacunación que genera suspicacias por el trato privilegiado a la militancia política, el Gobierno debe apostar a la economía para sostener su proyecto en las elecciones legislativas.
Hasta ahora, la ideología tiñó la política exterior, sin que ese cambio de rumbo traiga apoyos favorables; apenas los de Rusia y de China, que aportarán lotes de vacunas contra el coronavirus.
La presión impositiva, los cepos que implican los precios máximos y los precios cuidados para un eventual aumento de la producción, los problemas para la importación de insumos y los bloqueos gremiales a las industrias conforman un cóctel preocupante para lograr un crecimiento sólido.
Ahí es donde se jugará el proyecto político y electoral del Gobierno.