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Por Héctor Cometto.
Un deportista de elite no se consigue en un día; sino en varios… sólo en una era. Córdoba se dio el lujo de disfrutar de una época de figuras fundamentales que trascendieron a nivel mundial.
David Nalbandian, Fabricio Oberto, Georgina Bardach, José Meolans, marcaron con su protagonismo la trascendencia de la formación cordobesa, y enaltecieron el esfuerzo individual personal que en la Argentina es la principal –muchas veces la única- razón para llegar.
Meolans retirado; Georgina despidiéndose; Fabricio y sus problemas personales que lo sacaron de los Juegos y David perdiendo sin atenuantes con la segunda línea, hasta corriendo el riesgo de no ser singlista en Copa Davis, nos hacen valorar lo mucho que nos dieron. No hay imagen en la historia moderna de la natación con la trascendencia de Meolans; su llegada publicitaria lo reafirma. La medalla de bronce de Bardach es uno de los logros más grandes de la historia: ¡una medalla en natación!, apenas comparable a la de Sebastián Crismanich. Oberto se hizo solo, desde la licuadora con el potente brebaje para sumarle kilos, que lo acompañaba en su bolso con las pesas que movía, sorprendiendo al mismo Marcelo Milanesio. Y el tenista de Unquillo agrandándose siempre, en Rusia, en Wimbledon, o en las conferencias de prensa.
Más se valora todavía si se ve el futuro: no hay sucesión, no hay sueños que vuelen desde Pajas Blancas.
El fútbol ha recuperado protagonismo generando eventos como el “monumentalazo” de Belgrano o las irrupciones de Javier Pastore, Matías Suárez, Franco Vásquez y Paulo Dybala, que en etapas anteriores no se daban. Señales de indudable crecimiento.
Los tuvimos, fueron nuestros, nos emocionaron, resta saber si los aprovechamos y se hizo lo necesario para cosechar el legado de su siembra.