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Por Eugenio Gimeno Balaguer. Entrenar a los directivos para optimizar sus rendimientos; reducir la rotación no deseada; atraer el talento e imponerse como la mejor fórmula de desarrollo profesional, son atractivos que muchos directivos quisieran alcanzar. El coach puede ayudar a lograr esos objetivos.
Sócrates nos daba la fórmula. Decía que no existe el enseñar, sólo el aprender. Y ayudaba a aprender haciendo preguntas y dejando a su interlocutor encontrar la respuesta. Se veía a sí mismo como «una partera del conocimiento», ayudaba a dar a luz, pero no daba a luz. Creía que se podía dar a la gente a comprender, pero no se podía hacer que la gente comprendiera.
Sócrates inauguró la era del coaching. Era en pensamiento y acción un excelente coach .
Entre los coaches y los directivos hay una extraordinaria alianza potencial implícita que, si se complementa, garantiza el éxito.
Como ejemplo de un caso contrario, recordaré un hecho trágico. En 1986, la nave Challenger explotó y murió toda la tripulación. Cuando se investigaron las causas del desastre, se concluyó que las personas que sabían que había un problema no tenían autoridad para detener el lanzamiento y las que tenían esa autoridad, desconocían la existencia de la falla. El diagnóstico fue falta de comunicación entre los integrantes de la organización, que hizo reflexionar a muchas entidades acerca del clima que generaban.
Muy pocos directivos fracasan por la falta de conocimientos técnicos; sí fracasan por su incapacidad para formar equipos, por su falta de empatía.
La alta dirección es la responsable de generar determinados climas que fomenten la comunicación, la innovación y la creatividad. Muy pocos directivos fracasan por la falta de conocimientos técnicos; sí fracasan por su incapacidad para formar equipos, por su falta de empatía. El coach puede ayudar mucho en este propósito.
No hay que confundir al coach con el mentor. El objetivo del coaching va más allá, haciendo que la persona que se entrena llegue aún más lejos de lo que el propio coach sería capaz de alcanzar.
Sócrates fue un ejemplo con Platón, y éste, a su vez, otro ejemplo con Aristóteles.
Hoy, esta práctica se ha afianzado en el mundo hasta el punto que contar con un coach es ya una señal de reconocimiento, e, incluso, un beneficio social que muchas empresas ofrecen a sus mejores talentos.
Vale recordar un pensamiento de Goethe: «Trata al hombre tal como es, y seguirá siendo lo que es. Trata a un hombre como puede y debe ser, y se convertirá en lo que puede y debe ser».