Por Sebastián Turello. Los Turello, junto a otros periodistas, visitó la planta de fabricación...
Autoridades del IAE y de Banco Macro, en una ceremonia conducida por la periodista Verónica...
Junto a las señales positivas de la economía en las últimas semanas, en especial, en el mercado...
Por Juan Turello. El buen momento de la Argentina en los mercados financieros y las palabras de...
El Grupo Sancor Seguros fue nuevamente protagonista en los Premios Prestigio al lograr...
Suscribite al canal de Los Turello.
Por Claudio Fantini. España enfrenta desafíos demasiado grandes (la fragilidad económica y los desgarros sociales) como para tener vulnerabilidades en el Estado. Juan Carlos de Borbón ya estaba con la imagen pública demasiado debilitada como para no ser un flanco débil en la corona española. La realeza se debilitó con su frívola, brutal y negligente aventura de 2012, casando elefantes en Botsuana, en el momento de mayor empobrecimiento de los españoles.
Si a eso, se suma el caso Urdangarín (escándalo de corrupción protagonizado por el esposo de la infanta Elena), se ve por qué se hacía urgente hacer el recambio generacional, instalando en el trono a Felipe y a su consorte Letizia, la primera plebeya en llegar al trono español.
El nuevo rey asume con buena imagen, porque su vida nunca transitó por los escándalos ni las frivolidades, y también porque los españoles saben todo lo que ha estudiado, y siempre lo ven trabajando en promover la cultura española en el mundo y representar al país en conferencias y acontecimientos internacionales.
La abdicación de Beatriz de Holanda ya evidenciaba la necesidad de recambio general en la vieja realeza europea. Esa necesidad es más urgente en España porque Juan Carlos hace tiempo dejó de ser el lúcido estadista que sin dudas fue.
❝Nada le quitará el mérito de haber impulsado una democracia allí donde había heredado un poder total❞.
En el plan del general Francisco Franco, Juan Carlos quedaba como una suerte de Luis XIV, pero decidió reformar ese régimen y acertó al designar al entonces joven Adolfo Suárez para convertir una monarquía absolutista en monarquía parlamentaria.
Pero no fue sólo eso: además de sobrevivir al intento de golpe militar de 1981 (“El Tejerazo”), aquel primer tramo de la transición superó mediante los Pacto de la Moncloa una histórica división, y permitió encarar las reformas jurídicas y sociales que pusieron a España en sintonía con Europa, superando definitivamente el país reaccionario y oscurantista que el nacionalismo ultracatólico había restaurado tras la Guerra Civil que demolió la república.
Su decadencia, convertida en decadencia de la corona española, hizo que el hombre que tantos servicios hizo a su país, ahora sólo estaba en condiciones de servirlo con su abdicación.■