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Por Sergio Mabres. Los videos son uno de los elementos más atractivos de Internet. Traspasaron la pantalla de «la compu» y llegaron, incluso, hasta los programas informativos en el horario central de la televisión abierta. Desde el divertido “Charly me mordió” hasta los bloopers, todos guardan un secreto.
La cantidad de veces que se reproducen los videos virales hizo repensar su valor comercial. Se llaman así por la forma en la cual se propagan. Similar a un virus. Viajan como links en mensajes de correo, WhatsApp, publicaciones de Facebook y sitios web, como así también en otras formas digitales de difusión.
Estos videos no llegan a un millón de vistas solos. A diferencia de los primeros años de Internet, la viralización de videos no es un hecho espontáneo. Ahora, es un proceso controlado por empresas que hacen mucho dinero con ellos.
❝La viralización de videos ahora es un proceso controlado por empresas que hacen mucho dinero con ellos❞
Los videos se buscan, se compran y se viralizan, como sucede con una canción. Primero, se monta una suerte de call center con decenas de puestos equipados con computadoras para que varios jóvenes vean videos por Internet. Cuando alguno de ellos encuentra a un buen candidato lo reporta al supervisor, quien, a su vez, lo analiza y, en caso de aprobarlo, lo deriva a otra área que contacta al dueño del video para intentar comprar sus derechos. Si no pueden comprarlo, se descarta.
Si logran comprar los derechos, otra área de la organización comienza a trabajar para incrementar rápidamente la popularidad del video. Esta área está conformada por personas con muchos contactos y seguidores en el ámbito digital. Se los conoce como “digital influencers”. Cobran por publicar links a los videos y hacer comentarios atractivos sobre el contenido, lo cual genera un efecto cascada en su seguidores y en los seguidores de estos últimos. Hay sitios como Twalue que le otorgan un valor en dólares a una cuenta de Twitter, basándose en su cantidad de contactos directos y en la cantidad de contactos que estos últimos tienen, es decir la capacidad de multiplicar una noticia, video o novedad.
Desde los miles de jóvenes que se ponen frente a una pantalla y ven videos todo el tiempo, pasando por el supervisor, los agentes comerciales, hasta los digital influencers; todos forman parte de una maquinaria organiza y aceitada para ganar dinero.
Así que la próxima vez que vea un video de un bebé haciendo algo muy gracioso piense que sus padres pueden ya haber vendido los derechos de explotación y puede que haya una empresa por detrás, cuyo objetivo es ganar dinero con la publicidad que se muestra antes o durante su reproducción.