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Por Héctor Cometto (Periodista deportivo, columnista de los programas informativos de Teleocho Córdoba). El cartelito escrito con tiza en el bar de $ 3 el vino, remarcaba el maravilla (sin mayúscula) y achicaba el chávez (obvio que el acento es del corrector de texto y no del hábil bolichero), con el horario perfecto.
Como contraste…
… el visor electrónico del Johny B. Good recién inaugurado, desplegaba en letras rojas el anuncio de la pelea, con los brillos del Thomas and Mac Center de Las Vegas.
Todo el mundo involucrado, provocando las molestias de los puristas que no se pierden la velada del sábado por la noche, aun aquella transmitida desde Pehuajó, con dos ignotos plumas que sólo se fajan y traban. «Ahora, hablan todos», dicen.
Hasta las mujeres, porque cuando el boxeador es pintón provoca mucho más que el tenista o el futbolista; el típico exponente del macho posee ese salvajismo irreductible que reduce espíritus femeninos, con Susana Giménez como exponente fiel en el ring side.
Con rating de partido de final de mundial, siempre que esté Argentina, un argentino fue campeón mundial nuevamente en una categoría que conmociona. Los medianos, con poco más de 70 kilos, siempre producirán un atractivo que no poseen los chiquitos como Omar Narváez o Santos Laciar. Los que tenemos más de 50, volvimos a vivir lo que sentíamos cada vez que se presentaba Carlos Monzón. ¿O las dos zurdas de Chávez junior no se sintieron como el duro golpe de Benny Briscoe en el Luna, cuando el santafesino lo abrazó y miró el reloj?
Es muy difícil que en tiempos de proyectos preparados desde el marketing (el hijo del glorioso Julio César lo es) aparezca alguien que guapee como Martínez, que reuna estilo, carisma y altas dosis de entrega en el gimnasio en una sola persona.
Resulta mucho más creíble un ignoto vendedor de bebidas como el pesado Chuck Wepner (rival de Alí) para inspirar y cambiarle la vida a Silvester Stallone para hacer Rocky. Un boxeador como “Maravilla” sería demasiado perfecto, un guión irreal, más si se le suma al final de la película, después del fallo y los festejos, el agregado que peleó desde el cuarto round con una fractura en su muñeca principal, la izquierda, y un esguince de rodilla.
Con 37 años, sólo le queda ampliar la leyenda, acercándose a su admirado predecesor, al que vio con Rodrigo Valdez y hasta imitaba con los pantalones negros y vivos rojos. Si hasta a aquél Carlos le decían “Escopeta” , y a él “Maravilla” .
¡Hay que bancarse esa comparación, ese apodo, ese engreimiento, y hasta esas dos manos del último round, y salir bien parado! Cuando uno cruza ese umbral, allí mismo está la gloria.