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Por Claudio Fantini. Para que Estados Unidos haya cerrado embajadas en una franja territorial que equivale al 20 por ciento del planeta, es porque las señales de un mega-ataque terrorista son claras e inequívocas.
Todos los días algún servicio de inteligencia norteamericano detecta movimientos sospechosos y alguna embajada recibe alguna amenaza de atentado terrorista. Pero jamás se habían tomado medidas como las que vienen implementándose desde la semana pasada y a las que ayer se sumó el pedido de la Casa Blanca de que todos los estadounidenses que se encuentren en Yemen, deben abandonar cuanto antes ese país del sur de la Península Arábiga.
Una evacuación de este tipo sólo se vio cuando el vietcong llegaba triunfal a las puertas de Saigón y, posteriormente, sólo en la antesala de una guerra o una invasión.
Quizá haya un poco de sobreactuación. La razón está en que tras el ataque sufrido por el consulado en Benghasi, el gobierno prefiere errar por exceso de medidas preventivas, y no por desatender una alarma. El 11 de setiembre del año pasado, en esa ciudad de Libia, una turba enfurecida por el estreno en California de una película que agraviaba burdamente a Mahoma (La inocencia de los musulmanes), atacó la sede diplomática matando a cuatro funcionarios estadounidenses, entre ellos el embajador Christopher Stevens.
El hecho dejó una marca de fuego. Pero aquel golpe a la seguridad y al orgullo estadounidense no es la única explicación del inédito estado de alerta implementado desde el norte de Africa hasta el sudeste asiático, pasando por el Oriente Medio.
Por eso Estados Unidos tomó en serio el mensaje que el jefe de Al Qaeda, Aymán al-Zawahiri, envió a su número dos, el yemení Naser al-Wahishi, cuyo nombre de guerra es Abú Basir.
La filtración
Meses atrás, la CIA había detectado el desarrollo en Yemen de un plan terrorista de gran dimensión. Una filtración hizo llegar el dato a la agencia Associated Press (AP), por lo que la administración Obama ordenó intervenir los teléfonos de los periodistas de AP para descubrir al topo que filtró la información.
El escándalo político desatado cuando la agencia descubrió que estaba siendo espiada, eclipsó la cuestión de fondo: en Yemen se organizaba, o bien un mega-atentado, o bien un vasta y devastadora ofensiva contra objetivos norteamericanos.
La razón oculta
Las justificaciones que esgrimirá el terrorismo tras el ataque son fáciles de predecir: el uso de drones (aviones no tripulados) para matar supuestos terroristas paquistaníes y yemeníes, y el Golpe de Estado contra el gobierno del islamista Mohamed Mursi en Egipto, justificado por John Kerry como “una restauración de la democracia”.
Pero es posible que haya una razón oculta: el reinicio de la negociación de paz entre israelíes y palestinos. Hay señales de que la diplomacia norteamericana está decidida a que este nuevo intento no termine, como los anteriores, en fracaso, sino en el nacimiento de un Estado palestino independiente y socio político y económico de Israel.
Para sabotearlo, poco puede hacer Hamás, aislado en la Franja de Gaza por la caída de su protector egipcio, la Hermandad Musulmana, alianza por el cual se había distanciado de su protector sirio, el régimen de Bashar el Assad.
En todo caso, lo que está definitivamente claro, es que Yemén es hoy lo que fue Afganistán en manos de los talibanes: el principal bastión del terrorismo ultra-islamista. Y también que Al Qaeda está librando dos guerras:
■ Contra los chiítas, en Irak y en Siria.
■ Contra los Estados Unidos, potencia que espera poder golpear como lo hizo en 11 de setiembre del 2001.