Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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Por Rosa Bertino (Periodista especializada en temas de Espectáculos). Seamos francos: nada le gusta tanto a la televisión, como los episodios morbosos. Tienen más audiencia que el fútbol o las telenovelas.
Sin embargo, no corresponde…
… achacarle a la tele toda la fascinación por el mal, puesto que es inherente a la naturaleza humana. El mal es muy seductor y genera más adrenalina que el bien.
Lo cierto es que, de repente, ya no hay 8N, 7D, ni cepo, apagón, bronca o impuesto que valga. El secuestro y esclavización de una mujer en Coronel Suárez (Buenos Aires) mantiene en vilo a la opinión pública. Estos son días en que uno escucha, “prendé la tele, que quiero saber cómo sigue el caso de Estefanía (Heit)”.
El hecho es, sin duda, escalofriante: una empleada rionegrina, Sonia Marisol Molina (33), fue seducida y animalizada primero por el “pastor” o “pai” Jesús Olivera y luego por la mujer de éste, Estefanía Heit. Según los diarios, Olivera tendría alrededor de 27 años y Heit un par de años más. Sonia era mayor que ambos, pero mucho más frágil e inmadura.
Dado que Estefanía Heit es una conocida periodista y conductora televisiva, lo sucedido tiene su propio toque mediático. Como sea, es obvio que trasciende lo policial y se adentra en la inquietante amoralidad que percibimos actualmente. Aunque aparentan tomárselo muy en serio (Chiche Gelblung, Mauro Viale, Mónica Gutiérrez y todo el resto puso su voz más trémula), los medios masivos no pueden revertir un proceso del cual son o han sido partícipes necesarios.
Al fin y al cabo, los desvalores y el regusto por el sensacionalismo se instalaron a través de ellos. Claro que uno es grande, ¿no?, y sabe lo que le conviene. Pasa que lo malo tuvo mucho mejor “prensa” y así arribamos al brutal encierro de una pobre infeliz que entró voluntariamente y encima le daba plata a su captor. Quedan varias preguntas sin responder: tres meses, ¿no es mucho tiempo?; ¿nadie se percató de lo que estaba pasando?; en un pueblo tan chico, ¿nadie vio o escuchó nada?
Quizá el más contundente de todos los testimonios fue el que aportó el hermano de Sonia: “Esto no tiene nada que ver con la religión … el tipo es un chanta y punto”, aseguró Leonardo Molina.
Sin embargo, la mayoría de los opineitors insiste en relacionarlo con la religión. Este argumento se usa como una colcha, que tapa cualquier cosa. En este caso, encubre cuántas almas enfermas hay en este mundo. No tienen remedio y vienen de dos clases: verdugos y víctimas. Algún día habrá que preguntarse qué fue lo que las enfermó.