Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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Por Juan Turello. El Fondo Monetario Internacional (FMI) tiene mala imagen en la Argentina. Al igual que Estados Unidos y Donald Trump, según encuestas de opinión. Ese dato sirve para la política interna, señala mi nota en La Voz. “La plaza” contra el Fondo que el kirchnerismo y las organizaciones de izquierda montaron el miércoles último es apenas una muestra. Ya aparecieron los clásicos discursos contra “el imperialismo”.
La deuda siempre la originó la Argentina. Para equipar a las Fuerzas Armadas y emprender la batalla épica de Malvinas; para pagar el déficit durante los gobiernos de Raúl Alfonsín, de Carlos Menem (no se podía emitir dólares), de Fernando De la Rúa, de los Kirchner y de Mauricio Macri.
Néstor Kirchner le pagó la deuda al FMI para evitar las odiosas inspecciones de los técnicos ortodoxos. Pero no le pagó a casi el 7% de los acreedores, a los que Axel Kicillof, entonces ministro de Cristina Fernández, le pegó un portazo. Mauricio Macri debió cerrar ese capítulo.
Ese acto le dio un aval para endeudarse hasta que un informe de JP Morgan, el 25 de abril de 2018, advirtió que el país no estaba en condiciones de pagar esa monumental deuda. Macri acudió al FMI, que le prestó 57 mil millones de dólares, de los cuales ya desembolsó 44 mil millones.
¿El FMI tiene la culpa de la deuda? Puede haber tenido una actitud laxa con el anterior gobierno, pero Alfonsín, Menem, De la Rúa y Macri fueron al Fondo (Kirchner acudió a Hugo Chávez), cuando ya nadie prestaba para financiar un déficit que la actual gestión promete poner en caja en tres años. El ministro de Economía, Martin Guzmán, dice que recién hacia 2022 ó 2023 habrá equilibrio en las cuentas.
Argentina gasta más dólares de los que produce, por eso tiene déficit en la balanza de pagos; y el Estado nacional gasta más recursos de los que le ingresan, por eso hay déficit fiscal.
Sin una reacción vigorosa de la economía y con un fuerte aumento en los precios de alimentos y bebidas, las movilizaciones contra “el enemigo del pueblo” son un buen recurso político.
El INDEC reveló una inflación promedio de 2,3% en enero, con los precios regulados congelados (tarifas de los servicios públicos y combustibles), y con un dólar que comenzó a despabilarse los últimos días. En Córdoba, la suba promedio fue de 3,9, porque las tarifas de agua y luz no están congeladas.
Aun así, la suba en alimentos y bebidas fue de 4,7%, con fuerte impacto en el bolsillo de los consumidores de menor poder de compra.
El dato se repitió en Córdoba -4,8%, según la Dirección de Estadísticas y Censos-; en almacenes y autoservicios (4,2% en enero, con un acumulado de 68,7% en 12 meses). La canasta alimentaria que mide el Consejo Profesional de Ciencias Económicas (CPCE) trepó 6,1%.
Los argentinos quieren saber cuál es el plan para pagar la deuda y recuperar la economía, sobre el que no hay señales concretas.
¿Qué está pasando para que exista una inflación tan alta en los productos básicos? ¿Ya se terminaron los gestos de buena voluntad hacia Alberto Fernández de los empresarios, incluso los convocados al Consejo del Hambre?
Un botón de muestra para mostrar qué está pasando. “Las empresas están tomando créditos para pagar salarios e impuestos, si pueden”, se sinceró el gerente regional de un banco líder.
Dentro de dos semanas, el presidente hablará en el Congreso. Los argentinos quieren saber cuál es el plan para pagar la deuda y recuperar la economía, sobre el que no hay señales concretas.
El recurso de usar el cuco del FMI puede agotarse rápidamente. Los asalariados y jubilados ya lo comenzaron a percibir.