Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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Por Rosa Bertino. Nos parece bien que la pedofilia sea tema de discusión en la sobremesa nacional. Por fin alguien enjuicia al medio masivo por excelencia, por desatar instintos y alentar conductas que sólo toman estado público cuando las perpetran los curas o sujetos impresentables.
Salvo excepciones, es muy difícil que trasciendan denuncias a artistas, intelectuales e influyentes ciudadanos con parecidas malas costumbres. Además, como es bien sabido, la TV jamás se investiga a sí misma. Prefiere hacerlo a políticos, funcionarios y empresarios de poca monta y dudosa extracción.
El sketch La nena, protagonizado por Guillermo Francella y una juvenil Julieta Prandi, da para un debate largo y tendido. Días atrás fue impugnado por la abogada porteña Raquel Hermida Leyenda, en representación de asociaciones que luchan contra el abuso de menores. Es probable que Telefé termine levantándolo, pero antes aprovechará el rating que le sumó este debate.
Poné a Francella es un programa de 2001, contemporáneo de una de las mayores crisis socioeconómicas de la Argentina. Así, el dicho “Poné a Francella” quedó como metáfora de resignación y escapismo. El sketch gira alrededor de un padre de familia, acosado por una compañerita de su hija adolescente (Florencia Peña). El hombre tiene una actitud culposa, porque se siente infernalmente atraído por “la Nena”. La idea original proviene de la película American beauty (1999), que no tenía nada de graciosa. Además, la TV es mucho más penetrante que el cine. Treinta años atrás, Alberto Olmedo era un “manochanta” que se derretía por la “bebota” Adriana Brodsky.
Hoy las cosas han cambiado muchísimo. Es muy saludable que detectemos y critiquemos la precocidad sexual. Pero, por otro lado, sigue existiendo una actitud ambigua, por parte de madres que visten y preparan a sus hijas como si fueran «Barbies» o una maqueta de Nazarena Vélez.
Cualquiera puede ver que las chicas se producen para ir al colegio como si fueran al shopping o al boliche. Nadie les pide que se tapen como afganas.
Lo que se pide es una mayor coherencia por parte de las familias y los medios de comunicación para evitar los hechos que después lamentamos.