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Por José Molino, del IIE de la Bolsa de Comercio de Córdoba. El paro realizado ayer en todo el país tenía como uno de sus motivos convocantes el impacto del Impuesto a las Ganancias sobre los sueldos de los empleados en relación de dependencia. Repasemos los baches y parches que tiene el tributo.
Como un mensaje esperanzador, el ministro de Economía, Axel Kicillof, anunció una reducción de la carga del impuesto para los asalariados. Sin embargo, la realidad es totalmente distinta. Año tras año los trabajadores dependientes deben pagar más y cada vez más en concepto de Ganancias.
El caso de Héctor,
El caso de Héctor, soltero y sin hijos, que en 2013 ganaba $ 15.000 pesos en bruto, previo a agosto de ese año, y debía pagar en concepto de ganancias unos 800 pesos mensuales. Es decir, el 5% sobre el total de su salario. Héctor recibió aumentos salariales en 2014 y 2015 y ahora percibe un sueldo de $ 25.000. Aun con las modificaciones al Impuesto a las Ganancias debe entregar al fisco el 11% de su salario ($ 2.800). Es decir, el doble que en 2013.
Asimismo, los nuevos parches distorsionan el pago del impuesto, generando situaciones de inequidad entre los contribuyentes.
Ganancias debe ser modificado por el Congreso, ya que el impuesto no resiste más parches ni aumentos en las deducciones parciales.
Juan y María son amigos de Héctor. Juan en 2013 ganaba $ 14.999 y por decreto del Gobierno nacional no debía pagar el impuesto desde agosto de ese año. María, por otro lado, estuvo desempleada hasta enero de 2014, cuando volvió a conseguir trabajo. Hoy, todos tienen la suerte de tener todos el mismo salario: $25.000 en bruto. Sin embargo, pese a que todos poseen las mismas condiciones familiares (sin esposo/a e hijos) deben pagar montos distintos en ganancias.
Juan es el más favorecido, sigue sin pagar un centavo de Ganancias porque aún se mantiene vigente el decreto de 2013. Héctor paga, como ya dijimos, $ 2.800 en concepto de ganancias. Pero María es la más perjudicada. Como ella no poseía ingresos en 2013, las deducciones personales que se le aplican son en función de su salario en 2015 y, por lo tanto son menores, que las de Juan. Así, María debe pagar $ 3.500 por ganancias, 25% más de lo que paga Héctor. En síntesis, tres salarios iguales y tres montos de ganancia distintos.
Los casos de Héctor, Juan y María pueden replicarse perfectamente al resto de los asalariados que se ven afectados por el impuesto, y el resultado siempre será el mismo, un aumento continuo y constante en la carga de Ganancias y una distorsión en el pago entre asalariados que ya no pueden ser subsanados con parches y aumentos en deducciones personales.
Una reforma estructural del impuesto, que como lo dicta la ley debe ser a través del Congreso, es sumamente necesaria y al parecer quedará en manos del nuevo gobierno la posibilidad de realizarla.