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Por Juan Turello. Al final, Alberto Fernández lanzó su mal declarada «guerra» contra la inflación, tras la aprobación del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) a partir del apoyo clave de la oposición. Lo hizo debilitado por la interna política y con varios frentes de batalla descuidados, señala mi nota en La Voz.
Pese a las expectativas generadas, como única medida anunció que habrá un aumento en las retenciones a las exportaciones de harina y aceite de soja para subsidiar el precio de la harina -insumo básico en la dieta de los argentinos- y llamó a un gran acuerdo desde el lunes próximo entre todos los sectores productivos y actores económicos y sociales.
La amenaza de aplicar “un estricto control de precios” (Ley de Abastecimiento mediante) puede entorpecer el acuerdo multisectorial que se pretende alcanzar.
Las entidades de campo y los gobernadores de Córdoba y de Misiones están en contra de la suba de las retenciones.
Visiblemente cansado, durante varios pasajes de su mensaje de 18 minutos, que se pareció más al decálogo de buenas intenciones de un presidente que recién inicia su mandato, Fernández habló de “la batalla contra la inflación”. Esta vez, no aludió al anuncio grandilocuente de una “guerra”.
La debilidad política es palpable en las encuestas de opinión que muestran que la gestión y su imagen tiene un mínimo apoyo, además del enfrentamiento que protagoniza con el kirchnerismo duro.
Las disputas en el Gobierno generan preocupación en la sociedad sobre el futuro inmediato, mientras que la incertidumbre domina a los agentes económicos.
Alberto Fernández achacó la suba de precios a la escalada internacional de los valores del trigo, del girasol y del petróleo por la «guerra» en Ucrania.
Argentina registró una inflación de 4,7% en febrero, cuando los países de la región, que soportan los mismos efectos (Chile y Uruguay, además, carecen de petróleo), tuvieron alzas en torno del uno por ciento.
Las futuras acciones oficiales apuntan a corregir las consecuencias, pero no atacan las causas de la inflación.
Las medidas anunciadas son soluciones temporales, cuyo fracaso en el mediano y largo plazo ya fue comprobado en nuestra historia económica.
La suba de retenciones a la harina y aceite de soja, que apunta a subsidiar el precio de la harina a los panaderos, implica desandar el camino de agregar valor a las exportaciones.
Los controles de precios y los Precios Cuidados, que formarían parte de ese paquete, tienen un efecto temporal, acotado al área limitada de los intereses políticos del peronismo, con epicentro en el conurbano bonaerense.
La inflación en marzo y en abril será alta. Todo esto sin sopesar el impacto que tendrá la actualización del dólar oficial al ritmo de la inflación -la devaluación del viernes último implica un ritmo de 60% anual-, y la suba de las tarifas de luz y gas en el segmento de grandes usuarios; es decir, en la industria.
Eduardo Gauna, vicepresidente de EPEC, puso negro sobre blanco el desafío de actualizar las tarifas. Admitió que las de la empresa cordobesa son las segunda más altas del país, pero señaló que “carece de subsidios o de otros aportes”, en relación con lo que sucede con las prestadoras en Buenos Aires y en otras provincias.
El frente de batalla del gas natural también está descuidado por el Presidente. El país necesitará este invierno más de 60 buques cargados con GNL, cuyo precio saltó de ocho dólares el millón de BTU (la medida calórica) a unos 55 dólares, por el impacto de la invasión rusa a Ucrania.
El mayor costo supondrá una erogación extra de más de seis mil millones de dólares, según cálculos de la consultora Quantum Finanzas (Daniel Marx), que no alcanzará a ser compensada con la suba del valor de los granos.
El anuncio de Alberto Fernández careció de precisiones sobre cómo contendrá el gasto público; cómo se financiará el déficit sin acudir a la emisión (los efectos del “plan platita” de noviembre se verán reflejados también este mes y en abril) y cuál será la política tarifaria.
Hay demasiados frentes descubiertos para una «guerra» que no debió ser declarada como tal.