Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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Por Juan Turello. ¿Por qué los empresarios dedicaron los “aplausos para el asador” a Martín Guzmán, si cuestionan las políticas y los números que exhibe la administración de Alberto Fernández?, se pregunta mi nota en La Voz. Porque el ministro de Economía tuvo un discurso “sensato” y “dialoguista”, en contraposición al de quienes los tildan de “especuladores” y “sinvergüenzas”, explicaron.
Puesto negro sobre blanco, varios funcionarios del Gobierno no creen en la economía de mercado y consideran que el Estado debe fijar, regular e intervenir en todos los procesos. “Los mercados tienen que entender que la economía la maneja el Gobierno”, suele decir Máximo Kirchner.
Guzmán no comparte esa teoría, pero ¿qué números prometió que logró el aplauso de la veintena de grandes empresarios, que no tuvieron la misma actitud con las exposiciones de Santiago Cafiero y de Matías Kulfas?
Guzmán planteó tres grandes números: inflación, 29%; salarios dos ó tres puntos más; actualización del dólar, 25%.
Las consultoras privadas, los economistas y los bancos -encuestados en el REM- ganaron el primer round. La proyección de inflación de enero fue de 3,8%; el Indec midió 4%. La inflación de los últimos 12 meses fue de 38% y en alimentos, 44%.
Hay mucho trecho que recorrer y mucha política macro por hacer para llegar al número de Guzmán en inflación.
El acuerdo bancario –respaldado por Alberto Fernández- se ciñe al 29%, pero hasta septiembre. Luego, vendrá la revisión, a la que habrá que sumarle el clásico reclamo del bono anual.
En Córdoba, una decena de gremios estatales -liderados por José Pihen (SEP y CGT Regional)- acordaron pedir una compensación de entre seis y 10 puntos por la pérdida del salario real en 2020. El aumento promedio fue de 25%; la inflación de los últimos 12 meses alcanzó a 35,5%, según la Dirección de Estadística y Censos de la Provincia.
Los salarios perdieron poder de compra los últimos tres años. En 2020, fue de 3,6 puntos porcentuales, con mayor retraso entre los informales, precisó el Indec.
Si los salarios aumentan por encima de la inflación sería el único motor de la demanda agregada que funcionará a pleno.
Sin embargo, para que no haya traslado a precios, se necesita un aumento de la productividad, lo que parece difícil cuando las industrias trabajan en promedio al 58% de su capacidad, con dotaciones reducidas por la pandemia de Covid-19.
Los motores de demanda agregada -consumo, exportaciones e inversiones- están a marcha lenta, salvo el gasto público, que crece por la emisión.
Las exportaciones perdieron incentivo ante la expectativa de una devaluación periódica; las inversiones, salvo la generada por empresas instaladas que ganan mercado, son casi nulas; el gasto público debería moderarse, según el compromiso de Guzmán para evitar que la emisión actúe como combustible sobre los precios.
El Fondo Monetario Internacional (FMI), a través del director del Departamento del Hemisferio Occidental, Alejandro Werner, apuntó a la raíz del problema: “El punto más importante para ir revirtiendo la tendencia al alza son políticas fiscales y monetarias de mediano plazo, y no tanto el operar directamente sobre algunos precios, por más importantes que sean”.
Para lograr los tres grandes números macroeconómicos que pretende Guzmán, las expectativas deberían alinearse. Aquí, juega un papel clave la credibilidad de los pedidos y acciones oficiales.
Para lograr los tres grandes números macroeconómicos que pretende Guzmán, las expectativas deberían alinearse.
No resulta fácil alcanzar tal credibilidad cuando los discursos varían de un domingo al miércoles -por caso, en la amenaza del Presidente sobre las retenciones, luego descartada en horas-, ni cuando ciertas voces –gravitantes- desentonan con la partitura oficial.