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Por Claudio Fantini. Luis Juez metió la pata en la grieta ecuatoriana. Los cordobeses en particular y los argentinos en general, saben que su discurso -vertiginoso y plagado de giros humorísticos y metáforas populares- transita por cornisas en las que puede desbarrancar. Pues bien, desbarrancó en unas declaraciones que pueden ser consideradas ofensivas contra el pueblo del país donde es embajador. Pero, ¿qué hay detrás de las duras críticas que recibió?
Pero también saben los cordobeses en particular y los argentinos en general, que Juez puede cometer torpezas (y la de Ecuador seguro que lo fue), pero no está en su naturaleza ni despreciar ni el ánimo de denigrar a un pueblo.
Sus dichos constituyeron un error gravísimo, porque van a contramano del cuidado, la meticulosidad y el equilibrio que requiere al lenguaje diplomático. No obstante, la Cancillería cumplió todos los pasos necesarios para expresar las disculpas ante el Estado y la sociedad de Ecuador, por lo que cabe esperar es que ceda -en Quito- el reclamo de expulsión del embajador argentino.
Juez puede cometer torpezas (y la de Ecuador seguro que lo fue), pero no está en su naturaleza ni despreciar ni el ánimo de denigrar a un pueblo.
La reacción furiosa de Ecuador contra Juez va más allá del grueso error cometido por el político cordobés. Tiene que ver con la guerra abierta entre el ex presidente Rafael Correa y su sucesor, Lenin Moreno.
El actual presidente fue el vice de Correa y el hombre que él bendijo como candidato de Alianza País, el partido de la “revolución ciudadana”. Pero ni bien se convirtió en presidente, Lenin Moreno comenzó a desactivar el dispositivo de poder montado por su antecesor para controlar el Gobierno desde su nueva residencia en Bruselas. Mientras daba un giro en la política económica y la relación con los opositores y con la prensa crítica, Lenin Moreno restaba poder a Jorge Glas, el vice que le puso Correa.
Es como si Daniel Scioli hubiera llegado a la presidencia y, de inmediato, hubiera iniciado la “deskirchnerización” del poder, maniatando institucionalmente a Zannini, el vice que le había impuesto Cristina Kirchner.
Ante las medidas para “descorreizar” el Estado y el partido oficialista, Rafael Correa calificó a Lenin Moreno de “traidor” y comenzó una guerra contra su “desleal” sucesor.
En estos días, los correístas destituyeron a Lenin Moreno de la presidencia del partido Alianza País, mientras conseguían que una mayoría de legisladores se volviera contra el actual presidente.
En semejante guerra política, el embajador del gobierno que encabeza Mauricio Macri (una suerte de contracara de lo que representa Correa) cometió el error que lo convirtió en munición para que las huestes correístas de la Asamblea legislativas disparen contra el Presidente argentino.
No se iban a perder la oportunidad de presentar “la ofensa” de Juez como un ataque de Macri al pueblo ecuatoriano, además de presentar a Lenin Moreno como un aliado del mandatario argentino. De hecho, el principal asesor del mandatario ecuatoriano es Jaime Durán Barba, lo que agrava el encono de Rafael Correa hacia su sucesor. Durán Barba también es asesor de Macri.
En medio de esa guerra entre Correa y Moreno quedó parado el embajador argentino en Quito. Luis Juez cometió una torpeza grave, pero los seguidores de Correa amplificaron los efectos de ese error para usarlo contra el ex aliado y actual archienemigo de Correa.