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Por Eugenio Gimeno Balaguer. Desde el 10 de diciembre hasta fines de marzo estuve computando los programas televisivos en que se entrevistaba a Mauricio Macri y a la vicepresidenta Gabriela Michetti. Además, tome nota de los titulares de los periódicos dominicales de Buenos Aires y de Córdoba que aluden a la confianza.
Fueron 1.293 menciones de la palabra confianza en las entrevistas o en los títulos; una vez cada dos horas. En todos se vinculaba la crisis a la falta de confianza y la necesidad de recrearla para que un cambio mejor sea posible.
El manejo de la confianza se vuelve cada vez más importante, sobre todo cuando estamos en un ambiente poco ético y de competencia severa, a veces enfermiza. La confianza se ha convertido en un tema esencial porque afecta a casi todas las funciones de la administración y tiene un gran impacto en nuestra inversión. Hoy, el costo real incluye todos los costos relacionados con la confianza y la desconfianza.
La desconfianza impone restricciones, crea “cepos” y “cajas de seguridad” para guardar “cosas” que de otro modo no sería necesario.
Cuando no se confía se esconde información y, por supuesto, al revés: se comparte cuando hay confianza. El desequilibrio en el poder, en las posibilidades, disminuye la confianza, pero el reconocimiento de las iniciativas, el reconocimiento de las personas, la aumenta.
El ser, lo que somos, inspira más confianza que lo que hacemos o decimos, y sin confianza no podremos ser líderes de las personas que dirigimos.
La confianza social se funda en el convencimiento de que todos los miembros comparten unos valores y unas normas de comportamiento, y que la transgresión de esas normas está socialmente penalizada.
La confianza es una calidad netamente “de relación”, por la cual podemos hacer inferencias, cercanas a la certeza, de los comportamientos de otras personas. Es la que nos lleva a pensar que sus acciones serán previsibles.
La practicidad de la confianza es que crea compromiso, por oposición al miedo que, eventualmente, crea acatamiento.
Es lo más buscado en las organizaciones y en los países, y la mejor garantía de la alineación en la visión y del compromiso en la acción.
Debemos crear condiciones para la confianza. Éste es el verdadero cambio a dar. No sólo es un asunto de tecnologías, ni de gestión del conocimiento, sino que es un cambio cultural ante todo, un cambio de mentalidad y de comportamiento. Estamos todos implicados en él para llevar al país a generar una posibilidad de convivencia y crecimiento.