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Desde Brasil baja hacia la Argentina la selectiva peste de transparencia.
Escribe Oberdán Rocamora, Redactor Estrella, especial para JorgeAsísDigital. “Si el portal fue la ofensiva contra el kirchnerismo ahora tiene que apoyar a Macri, sin criticar”. Licenciado Álvarez Cabra. La destrucción del kirchnerismo oculta el vacío macrista.
Tres años atrás vaticinábamos la “peste de transparencia”. Finalmente llegó. Una peste selectiva. Llega después de estragar la monarquía de España. Y de haberse instalado en Brasil, donde está a punto de producir el golpe democrático de Estado, que derroque a Dilma Rousseff. Ostensiblemente popular, colmado de movilizaciones multitudinarias en la rua, inspirado en el instrumento delictivo de la corrupción.
La redada purificadora pasa también por Chile, el país más recatado del subcontinente. El “Nueragate” fisura el prestigio de la señora Michelle Bachelet. La arrasadora peste de moralidad no perdona. El estadista debe ser responsable de las fechorías de los parientes.
Los bacilos de pureza atraviesan las fronteras.
En la Argentina, la peste de transparencia selectiva irrumpe con el hálito bullanguero de la botonería espectacular. Aquí marcan la agenda los grandes medios de comunicación. Y los políticos, sin diseñar el menor esbozo de futuro, comparten con determinados periodistas las innumerables referencias a las “causas” judiciales. Causas que se detienen, hasta el regodeo, en las calamidades del desgobierno anterior. Con los empresarios involucrados, los “administradores de ventajitas”. Con los acosados funcionarios que nunca pensaron en la utopía de irse. Y menos aún que podían perder.
Pero debieron partir sin tiempo para ensayar la prolijidad. Para hacer más presentables las catástrofes seriales.
El descenso en el fango heredado de La Doctora, y sus cómplices, aquí interesa más que el ascenso hacia la gloria de Macri y sus gerentes. A poco más de cien días de haberse presuntamente lanzado, el Tercer Gobierno Radical de Macri planifica relanzarse.
Para cumplir con la formidable epopeya. alir dSel cepo, endeudarse por los holdouts para salir del Veraz. Aplacar el estigma implacable de la inflación y sentarse a esperar los inversores. La lluvia de dólares que va a inundar la recuperada economía.
Macri atraviesa su mejor momento. Como para detener el tiempo, capturarlo, como si fuera una fotografía.
Por haber recibido el fantástico apoyo de Barack Obama. El pato más rengo en el año del Pato Rengo.
Obama gobernó más de siete años. Desperdició su liderazgo en el mundo que lo respeta menos. Y está al borde entregar el gobierno al retraso de Donald Trump.
Más que nunca hoy Macri sostiene sus relanzamientos insustanciales gracias al efecto desastrosamente comparativo con el régimen anterior. El kirchnerismo, que ni siquiera imaginaba el absurdo de cesar. Y se sostiene también por el apoyo del “exterior” que lo contempla, con merecida simpatía.
Son las dirigencias caracterizadas, en materia de liderazgo, por la desertificación intelectual.
Ni le hacía falta a Macri las grandes sobreactuaciones para dictar velozmente el cambio de rumbo. Del calvario de la nada bolivariana, se pasa, sin escalas, al pro mercadismo del occidente atribulado. El universo civilizado que no puede resolver los daños ocasionados por la guerrilla de Daesh (que los humilla). Ni por las laceraciones morales de los refugiados. Mientras tanto se tiran unos a otros con los refugiados -que ni siquiera son pobres-, y hasta se alarman por el crecimiento matemático de la extrema derecha.
Entre tanta impotencia, la accesible figura de Macri, que lanza y relanza, atrae hasta la seducción. En adelante, entre el desconcierto, la Argentina imprevisible se presenta como el previsible país que generosamente se abre hacia la civilización del crédito (que aún no llega).
Se aleja del eje alucinante de la revolución bolivariana (que nos aproximó a Irán antes de tiempo). Al engendro teocrático de los mollahs, que el kirchnerismo, a través de su figura principal, atacaba en los foros internacionales, pero sólo con el ingenuo interés de acercarse hacia Estados Unidos (que lo ignoraba).
La imprevisibilidad es eterna y en cualquier momento se presenta como previsible. Marca que en marzo de 2016 se celebró el triunfo triste de la derogación de la Ley de Pago Soberano, que fue aprobada apenas en septiembre de 2014. Hubo diputados que, en poco más de un año, lograron la hazaña de aprobar y derogar la misma ley. Con aceptable patriotismo.
En las vísperas de otro lanzamiento, las ilusiones de Macri, en el fondo, enternecen. Y hasta contagian. La interpretación tan optimista de la visita de Obama. Macri cree -y admirablemente lo confirma- que la visita de Obama anticipa la llegada de “una corriente de inversores”. La añorada lluvia de dólares. Y la facilitación del ingreso de nuestros productos alimenticios, destinados a las puertas abiertas del mercado norteamericano.
Sostiene Mauricio, ilusionado, ante Longobardi (que lo toma en serio): “Me dijo (Obama): estamos con ustedes, queremos que les vaya muy bien y vamos a hacer todo lo posible para ayudarlos”.
Palabras gentiles que evocan aquel recitado caballeresco del presidente español José María Aznar al presidente argentino Carlos Menem. Fue en el Hotel Alvear. Sostuvo Aznar: “Si precisas una ayuda, si te hace falta un consejo, acordate de este amigo…”.
La química -entre Obama y Macri- funcionó a la perfección. Palabra de Nelson Castro. Macri, el blanco, le habló en inglés al par afroamericano negro. El negrito simpático y seductor se tomó un mate y casi se bailó un tango con la señora Mora Godoy, para algarabía del provincianismo cultural, el atributo de los argentinos sensibles.
“Volvimos al mundo”. El clamor era eufórico. El provincianismo, inquietante.
Otro intenso milagro de Obama consistió en mostrarlo a Macri preocupado por los derechos humanos. Por primera vez. A los 57 años. Juntos, el blanco itálico de Tandil y el negrito americanizado de Kenia, arrojaron rosas blancas al río simbólico (que desde el cielo recibió cientos de víctimas).
Con menor romanticismo, Obama también le dejó un consejo. O una simple sugerencia. Resulta más conveniente a veces optar por el shock que por el gradualismo. Para amagar con el ajuste que en simultáneo se aplica. Sin la violencia necesaria que reclaman los ortodoxos, que suelen despreocuparse de la suerte de los ajustados.
¿Cómo ajustar y -en simultáneo- ganar elecciones? Es la cuestión. La encrucijada de Macri. El “momento de decisión”.
Impulsar el ajuste de los ortodoxos (que de todos modos paulatinamente se aplica), para riesgo de los ajustados, o seguir con el conjunto de vacilaciones, el castigo lento. Instancia que evoca al “menemismo antes de Cavallo”.
El ajuste antiinflacionario, para atacar de raíz el déficit público, según la evaluación de los gradualistas, atentaría contra el propio electorado. Principal damnificado de los recortes. Como serruchar la rama del árbol por donde se cuelga. Tijeretear entre los números del honorable señor de la clase media que transfirió su confianza a Macri, movilizado por el hartazgo del peronismo, en su vertiente kirchnerista, aún no asumida.
El desafío consiste en ajustar y mantener la adhesión de quien se perjudica. Ya viene reducido por la tarjeta y los impuestos, por la prepaga y los colegios privados, por cargar nafta e ir de vez en cuando a un restaurante. La adhesión del que ya dice: “Me gusta Macri, quiero que le vaya bien, pero la guita no me alcanza”.
Si Macri y sus gerentes rescatan a la Argentina del infortunio de figurar en el Veraz, sólo les resta esperar las inversiones. Y la apertura de los canutos clausurados de los argentinos, que tienen cautivos más de 200 mil millones de dólares, fuera del sistema. Son canutos que imploran por un blanqueo amplio y racional. Dólares negros que suplican por blanquearse. Necesitan del valor de la confianza.
Las inversiones difícilmente lleguen, según nuestras fuentes, durante este año. Y los canutos aún no se van a abrir. Ni en una mínima parte.
Para matizar la espera de las inversiones y la apertura esperanzada de los canutos, debe masacrarse con la peste de transparencia selectiva que impulsan los medios de comunicación. Los que arrastran a la política y a la Justicia. Con la epidemia parcial de moralidad.
A la sociedad sedienta hay que entregarle, en adelante, presos. Ya. Sin la virulencia, ni los instrumentos delatores de Brasil. Como aquí no puede apresarse a un Marcelo Odebrecht, por lo menos debe estar en cana un Báez.
Los indignados claman por la prisión de La Doctora. Abunda aliento de hinchada hacia el juez Bonadío.
Los indignados glorifican a la señora Stolbizer, a la señora Zuvic, a la señora Carrió. Y a tantos honrosos buscapinas de la comunicación, de medialuna enarbolada, que hoy aprueban a Macri como oportunamente aprobaron a Kirchner. Buscapinas que adhieren al Teorema de Vernet. Indica: “Es tan idiota estar en contra el primer año de un gobierno como estar a favor el último”.
«Quiero verla esposada, que esté presa sólo quince días», confirma la Garganta de bien. Se estimula el sueño de verla presa. Al cierre del despacho, cuesta atenuar la magnitud del odio.
El rencor de los indignados que identifican, en su aceleración, justicia con castigo. Y no se perdonan la impotencia que aún no pudieron superar.
La vergüenza de haber aguantado el monólogo, en silencio, con el insulto contenido, durante varios años. Largos.