Por Eugenio Gimeno Balaguer. La inspiración es el comienzo de la acción. Hoy un docente es tal por su conocimiento, vocación, ejercicio, y también por lo que se presupone que existe en él. Debe ser así para calificar como tal. Sin embargo, para ser un buen docente debe inspirar a sus alumnos. Así, estos últimos serán protagonistas de una mejora que supere lo recibido.
En política podemos decir que ocurre lo mismo. Ya sea en un debate o en una elección, gana quien inspira. Alguno se preguntará ¿inspira qué? El docente inspira para que el alumno se quede en el aula y después se vaya con ganas de regresar. Pero cuidado, si bien el debate da lugar a la inspiración, la acción concreta se materializará en la emisión del voto durante el ballotage.
En política, el candidato inspira para que los ciudadanos dejen de fruncir el ceño, sonrían, recuperen confianza y se sientan comprometidos a pensar: “yo también voy a hacer algo al respecto”, “voy ayudar desde mi lugar”, “voy a dar lo mejor de mí”.
Dependiendo del docente la primera sensación de los estudiante en el aula será “me voy” o “me quedo”. En política es exactamente igual. “Me dan ganas de irme del país” o “qué bueno será quedarme y participar de lo que vendrá”.
A la gente le interesa los candidatos que se interesan por ella, no para usarla sino para solucionar sus necesidades. Es la capacidad de suscitar la inspiración lo que genera el significado en la gente, para traducirse en valores que priorizan la acción.
Es posible que pos debate haya aflorado alguna de las siguientes conductas en los telespectadores:
Una vez más, el candidato que logró inspirar, tiene el triunfo asegurado en esta última elección. Y lo más importante ocurrirá si la mayoría de los ciudadanos se alinean, a partir de la inspiración surgida, en las respuestas positivas obtenidas. Así, se podrá construir un futuro mucho mejor para todos.