Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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Por Claudio Fantini. Arabia Saudita sinceró brutalmente el verdadero enfrentamiento en Medio Oriente. La madre de todas las batallas, en el corazón del mundo musulmán, es la que enfrenta a las monarquías sunitas de la Península Arábiga, lideradas por Riad, con la teocracia chiita de Irán y sus aliados de Irak, Siria, Líbano y Yemen.
Arabia Saudita y la República Islámica de Irán son archienemigos y archirrivales. Todos los demás conflictos giran en torno a esos dos países.
Como el dividido cristianismo europeo del siglo 17, hundido en La Guerra de los Treinta Años, los musulmanes viven el conflicto armado que emana de su sisma, sin que se vislumbre aún cuándo llegará su Paz de Westfalia.
También como la Reforma y Contrarreforma en el Sacro Imperio Romano Germánico, por detrás de los dogmas religiosos esgrimidos por sunitas y chiitas, lo que hay es una disputa de intereses y de ambiciones hegemónicas.
La parodia de juicio que terminó en la injusta ejecución del clérigo chiita de Arabia Saudita, Nimr al Nimr, junto a decenas de activistas que lo acompañaron en las protestas de 2011, podría ser la gota que colme el vaso y convierta en confrontación directa lo que, hasta ahora, ha sido una guerra indirecta entre los dos archienemigos musulmanes.
Irán y Arabia Saudita son, desde la caída del sha Reza Pahlevy, en 1979, el equivalente mahometano de lo que Estados Unidos y la Unión Soviética fueron durante la Guerra Fría. Parapetados en el wahabismo, los reinos de la Península Arábiga buscan someter al chiismo y las demás minorías del Islam.
La familia Saud desciende de Muhamad bin Abd al Wahab, teólogo que -en el siglo 18- predicaba un Islam extremo, para el cual los chiitas, así como los drusos y los alauitas, constituyen herejías a las que se debe combatir.
Con el ayatola Jomeini, llegó al poder en Irán un chiismo dispuesto a competir por el dominio del mundo musulmán, enfrentando la influencia saudí.
Como el extremismo de Jomeini lo enfrentó también a Washington, ocupando su embajada en Teherán, la propaganda de Occidente instaló a Irán como modelo de totalitarismo fundamentalista, ocultando que Arabia Saudita es un sistema mucho más medieval, oscurantista y brutal.
De hecho, las arcas saudíes financiaron a Al Qaeda, wahabismo fundador del terrorismo global, y también a la creación de ISIS, ese Tercer Reich creado para limpiar el Levante de chiitas, alauitas, drusos, kurdos, jazidíes, caldeos, asirios y siríacos.
Mientras ISIS decapita, crucifica y masacra a balazos para conjurar el eje chiita que une Irán, al Hezbolá libanés y Siria, el ejército saudí ocupa Yemen para combatir a los chiitas hutis.
Ahora, Riad ejecutó a un clérigo enemigo de la familia real, pero vinculado con la protesta pacífica. Para Irán, la gota que colmó el vaso.