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  • La sombra de un voto amenazado

    Publicado: 26/09/2012 // Comentarios: 0

    Por Claudio Fantini (Periodista, politólogo, docente de la UES 21). La inquietante sensación de votar bajo amenaza se instaló en la antesala de las urnas. Primero, con el discurso en el que Hugo Chávez planteó que, la opción en Venezuela, es él o la guerra civil.

    Y a renglón seguido…

    … con el ministro de Defensa advirtiendo que las Fuerzas Armadas no aceptarán a otro comandante en Jefe que el actual presidente.

    En rigor, el mensaje que bajó desde la cúpula del liderazgo chavista lo que hace es plantear en forma explícita algo que está implícitamente inscripto en el régimen imperante: se trata de un sistema de poder que, aunque lo postula formalmente, en la realidad no incluye el cambio de autoridades. Por su propia naturaleza, el régimen haría traumático un traspaso de poder si así lo impusieran las urnas.

    Más aun, el modelo político chavista es de un carácter tal que ni siquiera contempla el recambio de liderazgo dentro del mismo gobierno. La muestra más patológica fue que Chávez no traspasó el mando ni siquiera las veces que entró al quirófano en Cuba. O sea que la institución de la Presidencia quedó bajo anestesia total en un hospital extranjero. Propio del realismo mágico.

    Sencillamente, sin Chávez en el poder, el chavismo puede eclosionar en lucha de facciones. Por eso, no pudo acordar un sucesor para el caso en el que la enfermedad le impida continuar al mando.

    Si es difícil imaginar una pacífica sucesión interna, más difícil es imaginar que un cambio de gobierno pueda ocurrir sin violencia ni crisis. De tal modo, si Henrique Capriles lograra la proeza de vencer en las urnas al régimen, que haya una transición pacífica dependerá exclusivamente del exuberante líder caribeño. Los partidarios de Chávez exponen sus amenazas a los seguidores de Capriles.

    Sólo Chávez puede ordenar a sus huestes organizadas que acaten el dictamen de las urnas. El ejemplo está en la Nicaragua de 1989, cuando Violeta Chamorro sorprendió al régimen sandinista derrotándolo en elecciones libres. Aún perplejos por el golpe de los votos, funcionarios y organizaciones del FSLN quisieron desconocer el resultado y anular los comicios. Finalmente,  se traspasó el mando a la vencedora, porque el presidente Daniel Ortega ordenó a los sandinistas cumplir con el compromiso que él había asumido, además de acordar con Chamorro la continuidad de su hermano Humberto al frente de las Fuerzas Armadas, entre otras prebendas.

    Una actitud similar a la de Ortega en 1989 debería asumir Chávez, si el domingo 7 de octubre el voto impusiera un cambio de gobierno en Venezuela. Pero no es eso lo que presagia su tono amenazante.

     

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