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Por Rosa Bertino. Distintas reacciones suscitó el fallo de la Corte Suprema que declaró constitucional la Ley de Medios. Aunque no sea tan audible como la que se inquieta por la propiedad de los medios, hay gente interesada en sus contenidos. Por caso, la Sociedad Argentina de Pediatría.
Desde el año 2010, la SAP viene bregando por la promulgación de una norma que regule los contenidos audiovisuales. Ayer volvieron a insistir en la necesidad de garantizar “la plena aplicación del artículo 17”, que dispone la creación de un Consejo Asesor de la Comunicación Audiovisual y la Infancia.
Supongamos que ese Consejo logre conformarse y luego llegar a un acuerdo que se traduzca en un protocolo que se distribuya entre todos los canales abiertos. Perfecto, ¿quién lo va a respetar? ¿Qué sanciones se impondrá a los desacatados? En otras palabras, ¿alguien se animará a prohibirle a Canal 9 que pase telenovelas erotizantes en plena siesta? ¿Cuál será el coto para panelistas e invitados a los ciclos de chimentos?
Amparados en los viejos tiempos, hoy sobran los comunicadores que no admiten el menor control de calidad. Para ellos, cualquier cosa es “censura”. Los medios gráficos tienen correctores, manuales de estilo y una cadena de mandos editoriales, pero la tele es cualquier cosa. Y ni hablemos de algunas (cuantas) radios.
Sin embargo, lo peor es que, tal como se rumoreaba, la Ley de Medios nació vieja. Habría que averiguar quiénes la redactaron, para ponerles un cero. Entre otras cosas, no contempla el avance inusitado de los nuevos formatos. Hoy, cualquier padre o abuelo tiene que estar más atento a lo que los chicos bajan por celular o computadora, que a lo que ven en pantalla.
A los infantes o adolescentes no les incumben los ataques de ira y nudismo de Karina Jelinek, o las riñas entre vedettes que discuten quién es la mejor pagada por sus acompañamientos sexuales. Tampoco les importa si la melliza griega se coloca implantes de hormigón, con tal de tener los glúteos más armados. El niño de hoy vive entre zombies y vampiros, o tratando de hostigar a un compañerito. Está demostrado que el bullying se relaciona con la nueva tecnología comunicacional, que favorece el anonimato y la despersonalización.
Tampoco es como para quedarse de brazos cruzados. Los videojuegos se contrarrestan con buenos dibujos y entretenimientos. Argentina es uno de los pocos países donde el horario de protección al menor dejó de existir. Antes habían desaparecido los programas infantiles. Los “dibujitos” fueron confinados al cable, quizá para obligar a adquirir ese servicio. El aire fue monopolizado por los Patito Feo, las Chiquititas o los Casi Ángeles, cuyo mensaje es francamente alienante.
Nos permitimos suponer que la ley de medios no nos devolverá la inocencia perdida. ■
Nota relacionada:
● La Ley de Medios le da aire a un Gobierno golpeado en las urnas.