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Por Juan Turello. El Gobierno logró que la agenda pública tenga foco en la discusión sobre el aborto y el reclamo de las mujeres por la igualdad salarial y contra la violencia de género. Esos temas disimulan los errores no forzados de la administración de Mauricio Macri y las dudas en torno de la marcha de la economía, señala mi nota en La Voz. Mirá de qué se trata y la incertidumbre sobre el dólar.
La sociedad en su totalidad quedó atravesada por la discusión sobre el aborto. La violencia de género es incomprensible cuando cada 30 horas una mujer pierde su vida y la desigualdad salarial es injustificable.
La Federación de Entidades Profesionales de Córdoba (Fepuc) advirtió que casi 6 de cada 10 mujeres universitarias ganan menos de 25 mil pesos, cuando esa situación afecta sólo a casi cuatro de cada 10 varones. La mayoría de las profesionales de Córdoba percibe entre 10 mil y 20 mil pesos; el 85% se halla en relación de dependencia, según el informe.
Como los deportistas que comenten errores no forzados y favorecen al rival, en los últimos tres meses, los miembros del gabinete de Macri han hecho más goles en contra que a favor.
El manejo político de la reforma previsional en diciembre último provocó la reacción más violenta desde las muertes por las protestas sociales en 2001 y 2002. Jorge Triaca, Luis Caputo, Luis Miguel Etchevehere y Valentín Díaz Gilligan aportaron lo suyo en los últimos 60 días.
La frutilla de la crema: se desplaza a uno de los tributaristas más reconocido y titular de la Afip, Alberto Abad, por un financista, Leandro Cuccioli, quien confesó desconocer en detalle el esquema impositivo, además de haber forjado su carrera en el manejo de inversiones en el exterior, a través de sociedades off shore. ¿Hay acuerdos y perdones tributarios que Abad no quiso convalidar?
Suerte para Macri. Por ahora, nadie en la oposición capitaliza esos errores.
La agenda pública en torno de la mujer disimula los “errores no forzados” de los ministros y las dudas sobre la economía.
Pero Macri no sólo enfrenta pelotazos en contra, sino también un complejo escenario en temas económicos.
La baja de las tasas de interés y la incertidumbre llevó a que inversores y empresas decidieran volver a colocar sus carteras en dólares.
Más del 75% de los insumos que usa la industria son importados, por lo que cualquier movimiento de la divisa se traslada a precios. Además, la “cultura inflacionaria” hace que cualquier movimiento del dólar –subió casi 10% desde el 29 de diciembre- se traslada a precios. “Por las dudas”, dicen.
Carlos Melconian, ex titular del Banco de la Nación, advirtió que no es clara la señal “si el Banco Central quiere intervenir en la cotización del dólar; a veces lo hace y en otras, deja que suba”. Y calificó como una “incoherencia” pretender ajustar un bono en pesos por la inflación, además del valor de los servicios, y no aceptar idéntico reclamo por los gremios. Una astilla del propio palo.
La pelea con los industriales –en la llamada “guerra del tomate”- es desconcertante, porque allí, se presume, reside el mayor apoyo al proyecto de Macri.
La Unión Industrial Argentina (UIA) se quejó “de la apertura de las importaciones con productos subsidiados, la suba de las tarifas y de los costos de producción”. El ministro Francisco Cabrera castigó a los empresarios: “Que se dejen de llorar, que se pongan a invertir y a competir”. Macri felicitó a Cabrera, mientras José Urtubey, de la UIA, cuestionaba “las bravuconadas y descalificaciones”.
Argentina perdió la producción de unos 15 millones de kilogramos de tomates enteros, según reveló la Asociación Tomate 2000. Las economías regionales ya lanzaron varias alertas.
El Gobierno enfrenta un dilema: los datos reflejan crecimiento, un fuerte aumento en la construcción y una tibia recuperación de la industria, además del incremento del empleo registrado, pero, en forma paralela, aumenta el malhumor social. ¿El movito? La inflación, que se traduce en un consumo raquítico.
Las políticas monetaria (el déficit necesita ser financiado) y sobre el dólar provocan inquietud. Las importaciones actuarían como un freno para los precios internos, pero destrozan la producción y el empleo local.
Hay demasiadas urgencias en la coyuntura, como para que los funcionarios pateen en contra.