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Oberdán Rocamora para JorgeAsisDigital.com. Devolución de gentilezas de oponentes preferidos.
Prematuramente, en el cuadrilátero quedan hoy sólo Mauricio Macri, presidente del Tercer Gobierno Radical, y Cristina Fernández, La Doctora. El combate es entre El Panameño con La Rosadita.
Segundos afuera.
Pasaron los 120 días de gracia. Con una astucia relativamente calculada, La Doctora aprovecha la instancia servida por el excesivo candor judicial. Para recuperar la centralidad, que estaba desierta, casi regalada. A los efectos de polarizar, exclusivamente, con Mauricio. Oponentes ideales que se reencuentran.
En un contexto aceptablemente dramático. Para acierto de Cavallo, es el turno técnico de la estanflación (inflación más recesión). Con los despidos múltiples hacia la intemperie. Con el tarifazo demoledor.
Para La Doctora imputada es la atmósfera ideal para copar el escenario.
Derivaciones (para Macri) de la catastrófica “herencia recibida”. Pero que se transforman en argumentos imbatibles, que paralizan, llamativamente, a quien heredó.
El fenómeno es para ser citado en el manual básico del antiperonista ejemplar.
“El peronismo, con la máscara kirchnerista, dilapida hasta agotarse. Lo sucede el no peronismo. Pero para hacer el trabajo sucio que permita, en definitiva, el retorno del peronismo”.
Con otra máscara. O -lo peor- quizás con la misma. Para agotarse de nuevo y reiniciar el ciclo interminablemente.
Los damnificados principales son los dadores voluntarios de gobernabilidad.
Sobre todo Sergio Massa, titular de la Franja de Massa, ex Premier de La Doctora, y Juan Manuel Urtubey, El Bello Otero, que acompañó al kirchnerismo durante los doce años.
Ambos dadores voluntarios -Massa y Urtubey- quedan adheridos a la suerte del Tercer Gobierno Radical. Y dependen del destino judicial de La Doctora. Con las acusaciones lapidarias que la mantienen, en el primer plano. Pese a la adversidad.
Cuando traten de diferenciarse de Macri, a los efectos de capturar el propio perfil, para los dadores voluntarios tal vez será tarde. Porque el polo opuesto, el de la crítica frontal, ya lo ocupa tranquilamente el cristinismo que se recompone. Espacio que estaba subastado. En oferta.
El cristinismo marginal estaba en el descenso. Con la imagen reducida a la desfachatez festiva del contado de billetes. Entregado al arte de la marroquinería. Hasta que de pronto, merced al candor judicial, y a la ingenuidad de los furtivos leñadores de árboles caídos, el cristinismo asciende hacia la ilusión.
Otros damnificados por el rescate escenográfico de La Doctora pueden rastrearse entre el periodismo militante de los grandes medios. Y entre los profesionales de la política dedicada específicamente a la obsesión de la denuncia. Damas desperdiciadas que peregrinan por los canales sólo para hablar de causas e indagatorias, sin presentar el diseño más irrisorio de un modelo de país. Con una lucha contra la corrupción que se agota en sí misma, y remite a la trampa del circuito vicioso.
Son los encargados tardíos de acentuar las barbaridades de la década, que las hubo a montones, desde 2003.
Obsesivos y monotemáticos que consolidaron, en definitiva, el neo-gorilismo más inquietante que facilita, paradójicamente, la fantasía de la vuelta.
En cierto modo Macri, con la suciedad obligada de su acción, rescata a La Doctora.
Le retribuye las gentilezas, al erigirla como su oponente principal.
Es exactamente lo mismo que, durante su largo gobierno, La Doctora hacía con Macri. Cuando lo elegía como el opositor preferido.
Como escenográficamente Macri representaba a la derecha, se le facilitaba a La Doctora la alucinación de suponerse de izquierda. Para resaltar la Revolución Imaginaria.
Conste que siempre estuvo inalterablemente vigente la sospecha. Como sucesor, La Doctora lo prefería a Macri, y nunca a Scioli, a quien le encajó la tobillera electrónica de Zannini.
El objetivo consistía en convertirse en jefa de la oposición e intentar la utopía peronista del regreso.
El “vamos a volver”, que complementan a coro los cristinistas. Frente al Palacio de Comodoro Py, bajo la lluvia.
El dato importa también para la reconstrucción del Peronismo Invertebrado.
Con los dirigentes desgastados, cargados más de biografías que de ideas. Cuadros que difícilmente, con tropa propia, puedan convocar a un garaje.
Para la reorganización decidían relegar al kirchner-cristinismo más duro. A los efectos de buscar una fórmula de unidad. Y la encontraron en los inapelables Gioja y Scioli.
Ex gobernadores de consenso que permiten difundir la ficción de la unidad. Aunque para ser claros, después de la muerte de Perón, el Partido Justicialista sólo estuvo manejado con eficiencia por la doctora Servini de Cubría.
Servini Conducción.
El Poder Judicial se encuentra a la vanguardia de la (aquí) anunciada “peste de transparencia” (selectiva).
Ya se produjo el colorido desfile de la colección de presos de otoño. Iniciada por los modelos Jaime y Lázaro. En coincidencia desdichada con el desfile internacional de las empresas truchas de Panamá. Las recursivas off-shore, que no se le niegan a nadie.
El empresario que no tiene una off-shore casi ni merece respeto.
Dos bandos confrontan en esta suerte de ring. Como espectadora queda la sociedad acelerada. Harta. Con sectores que quieren sangre.
La Rosadita (de La Doctora) versus Los Panameños (de Macri).
La disputa, de continuar, antecede al estallido del sistema político en general. Los (jueces) federales están lanzados. La justicia ya es sinónimo de castigo. Y la hinchada quiere más presos.
“La situación, Rocamora, está desmadrada”, confirma la Garganta. “Hacen cola para delatar. No hay quien detenga el conflicto inevitable”.
No queda nada ni nadie que mantenga suficiente liderazgo y legitimidad para arbitrar. Para aplicar Valiums.
Para trazar, al menos, una línea de corte.
Oberdán Rocamora
para JorgeAsisDigital.com
[Imágenes publicadas en Jorge Asís Digital]